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El 'viacrucis' de la inmigración

El jesuita leridano Àlvar Sánchez trabaja en Nador ayudando a los migrantes heridos que intentan cruzar la verja con Melilla || Es testigo de las dificultades que conllevan las rutas migratorias

Àlvar Sànchez, a la derecha de la imagen, en Chefchaouen, en el noroeste de Marruecos.

Àlvar Sànchez, a la derecha de la imagen, en Chefchaouen, en el noroeste de Marruecos.

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El jesuita leridano Àlvar Sánchez conoce de cerca el sufrimiento de los migrantes que cada día intentan llegar a España, huyendo del hambre y la pobreza de sus países. Desde hace cuatro años es miembro de la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador, la ciudad marroquí más próxima a Melilla, desde la que presta atención sociosanitaria y ayuda humanitaria a la población migrante en tránsito. Explica que la migración irregular “se vive como un sacrificio por amor, pues va acompañado del duelo por haber dejado a la familia y amigos, por haber salido de tu tierra, porque ya no tienes contacto con tu grupo de pertinencia y por todos los riesgos físicos a los que estás expuesto en la ruta”.

“Cuando llegué en 2018, Nador era un lugar donde los migrantes podían cruzar el Mar de Alborán. Actualmente esta ruta migratoria está prácticamente cerrada, debido a la externalización de la frontera, que está más custodiada y militarizada. Por eso cada vez más gente opta por seguir la ruta del Atlántico hacia Canarias, que es mucho más peligrosa. Ahora mueren cuatro veces más personas. Hace cuatro años no llegaban a novecientos los fallecidos en las rutas de acceso a territorio europeo, mientras que en el Mediterráneo occidental murieron más de 4.400”. También hay más mujeres −muchas de ellas embarazadas− que emprenden este arduo viaje, que puede prolongarse años y cuyas condiciones son tan extremas que cada vez son más los migrantes que optan por regresar a sus países de origen.

“En la medida en la que cada vez hay más personas que pierden la vida en la ruta migratoria, también hay otras que se lo repiensan y prefieren buscar otras soluciones. A ellos también las acompañamos y les ayudamos a volver a sus países”, apunta este leridano, que también ha trabajado en países como el Congo, Ruanda o Sudán. Y es que “la ruta migratoria dura años y muchos, muchos intentos. Hay personas que, al no poder cruzar la verja, lo intentan por mar. Este sufrimiento que implica huir de la crueldad de las guerras y miseria deja heridas, pero el dolor psíquico llega más tarde, cuando llegan al destino y sienten que están fracasando en su proyecto migratorio porque se sienten excluidos y con dificultades para conseguir los papeles”.

El Centro Baraka, por un desarrollo integral de las personas

Sánchez también trabaja en el Centro Baraka de Formación Profesional e Insersión Sociolaboral de Nador, que es también una entidad de promoción de la mujer y escuela de idiomas. “Queremos ofrecer posibilidades de construir un proyecto de futuro para la juventud y la población local, que también miran Europa como ese futuro deseado en el que quieren construir su vida. Porque el PIB del continente africano no llega al diez por ciento del del continente europeo. Las personas que viven tan cerca de Europa viven en un constante escaparate de desigualdades tan desgarradoras que hace que decidan renunciar a permanecer en su país, a su cultura y las posibilidades que se le ofrecen en este para intentar migrar”, explica este leridano, al mismo tiempo que apunta que “en el Centro Baraka proveemos competencias a los estudiantes para que apuesten por su país y no tengan que buscar únicamente una respuesta en la migración”.

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