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Un estudio internacional en el que participa la UdL concluye que La sequía y los hongos incrementan la mortalidad de los árboles

En condiciones de falta de agua, los árboles priorizan mantener los tejidos vivos hidratados a cuenta de sacrificar su capacidad de defensa

Árboles enfermos por la sequía

Un estudio internacional en que participa la UdL concluye que la sequía y los hongos incrementan la mortalidad de los árbolesCedida pel CTFC

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La sequía y los hongos incrementan la mortalidad de los árboles. Así lo determina un estudio en el cual ha participado Jonàs Oliva, investigador del Centro Tecnológico Forestal de Catalunya (CTFC) y la Universitat de Lleida (UdL).

La investigación internacional ha estudiado el efecto interactivo de la sequía y la infección patógena sobre el proceso de mortalidad de los coníferas. En concreto, muestra que en condiciones de falta de agua, los árboles priorizan mantener los tejidos vivos hidratados a cuenta de sacrificar su capacidad de defensa. Así, en condiciones de sequía continúa, la mortalidad por patógenos se triplica. La investigación se ha centrado en la afectación de unos hongos en el pino encarnado y a la pícea.

Jonàs Oliva, investigador del CTFC y de la UdL - AGROTECNICO ha liderado el desarrollo de un estudio publicado en la revista 'Lamento, Cell and Environment' sobre la contribución de los patógenos de los árboles en el proceso de mortalidad en condiciones de sequía. El estudio ha contado con la participación del CREAF, l'Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y la Swedish University of Agricultural Sciences.

La investigación se ha centrado en los procesos fisiológicos que afectan en el pino encarnado (Pinus sylvestris) y la pícea (Picea abies) cuando están afectados por el patógeno 'Heterobasidion annosum s.se, un hongo que ataca el sámago y el duramen de los árboles y causa descomposición interna del tronco y las raíces. 'Heterobasidion annosum' es un patógeno muy abundante en el Pirineo, donde se calcula que más del 30% de los abetares están afectadas por la enfermedad que causa. Los abetos y las píceas son bastante tolerantes a la enfermedad. Aunque los árboles enfermos crecen menos, son susceptibles a las ventoleras y pierden la mayor parte de su valor maderero, no suelen morir. Este estudio ha mostrado cómo la sequía transforma una enfermedad crónica en una enfermedad mortal para los árboles.

Los resultados demuestran la influencia negativa de la sequía en la capacidad de los árboles para defenderse del patógeno. Cinco meses después de la inoculación, los árboles inoculados con el patógeno y sujetos a condiciones de sequía mostraban lesiones necróticas el doble de mayores que los árboles inoculados que habían sido bien regados. El tratamiento combinado de sequía y patógeno aumentó significativamente la mortalidad de Pícea, que murió a un ritmo más rápido en comparación con los árboles que fueron sometidos a cualquiera de los factores estresantes por sí solos.

Durante la investigación, se han analizado los efectos de factores estresantes como la sequía o los patógenos en ambos especies de árboles jóvenes, midiendo su estado hídrico, el intercambio de gases, los hidratos de carbono no estructurales (NSC), la defoliación, las respuestas de defensa, y su relación con la mortalidad. Los resultados han permitido avanzar en los mecanismos que hay detrás de la interacción sequía-patógeno. Por una parte, la sequía reduce las reservas de carbono de los árboles y perjudica la capacidad de los árboles para construir barreras de defensa y revertir el patógeno. Por otra parte, las necesidades de defensa delante de este patógeno reducen la cantidad de carbono disponibe para el árbol para hacer frente al estrés hídrico, afectando negativamente a su rendimiento hidráulico y por lo tanto, aumentando la tasa de mortalidad.

Aunque la mortalidad de árboles inducida por la sequía se ha estudiado intensamente en las últimas décadas, las vías que conducen a la mortalidad de los árboles todavía no se conocen completamente. A menudo, la mortalidad de los árboles surge de una interacción entre agentes de estrés bióticos (plagas y patógenos) y abióticos, en lugar de ser el resultado de un solo factor de perturbación.

El cambio climático plantea retos cada vez mayores para los ecosistemas forestales y las enfermedades no sólo surgen después de la introducción de patógenos exóticos en nuevos entornos sino también modificando su virulencia a causa de procesos impulsados por el clima como la sequía. Por lo tanto, según los expertos, es cada vez más importante tanto predecir el riesgo de una aceleración en el desarrollo de enfermedades existentes vinculadas al cambio climático, como comprender la muerte de los árboles inducida por patógenos.

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