¿Sabes durante cuánto tiempo se tiene que utilizar una bolsa de tela para que sea sostenible?
El algodón está considerado "el cultivo más sucio" por el gasto de energía, de agua, el uso de pesticidas, el impacto negativo a los trabajadores, las aguas subterráneas y la calidad del aire en torno a las granjas
Las bolsas de tela cada vez son más utilizadas. "Para el consumidor, la bolsa de tela es la opción más cómoda, por su durabilidad y resistencia, y porque se puede lavar. No obstante, el compromiso que se adopta con el planeta no es como piensa el consumidor", afirma Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
A esta tendencia no sólo se le ha sumado el hecho de que a partir del 2018 los supermercados empezaron a cobrar por las bolsas de plástico, sino que además hoy muchas marcas, instituciones o empresas utilizan las tote bags como imagen de "marca verde", sea como publicitado o packaging. "Las empresas han visto en este tipo de bolsas un elemento sencillo y barato para 'sumarse' al carro de la sostenibilidad. Pero, además, se han convertido en una opción para poder obtener unos céntimos de beneficio adicionales en los (pocos) que obtienen los establecimientos en la cesta de la compra. Por lo tanto, son uno elemento de creación de imagen y de obtención de rentabilidad", añade Gázquez-Abad.
La estrategia de marketing que hay detrás es mucho más eficiente: se proyecta una imagen de marca sostenible y tiene mucho más recorrido que el que podría tener una bolsa de plástico. "El consumidor percibe el producto como de más valor. Y como ya pasaba con la bolsa de plástico (la empresa no renuncia a esta ventaja), se da apoyo a la comunicación y el marketing (ya que se puede personalizar la bolsa, serigrafiada con el logotipo de la empresa), pero con la ventaja añadida que el consumidor conservará la bolsa, por lo cual la marca se verá en más ocasiones que sólo el trayecto de la tienda en casa después de efectuar su compra," detalla Soler. Y añade que, "se publicita gratuitamente la marca, el cliente hace la publicidad, cuando lleva y luce la bolsa".
El algodón está considerado, según el Environmental Justice Foundation, "el cultivo más sucio por el gasto de energía, de agua, el uso de pesticidas, el impacto negativo a los trabajadores, las aguas subterráneas y la calidad del aire en torno a las granjas. Una de las grandes dificultades que tiene el hecho de intentar compensar la producción de las tote bags es que sólo el 15% de los 30 millones de toneladas de algodón que se producen cada año llega realmente a los depósitos textiles. "La producción de algodón genera un impacto ambiental importante, especialmente por el consumo de agua, y el problema es que mucha gente no es consciente de lo que implica la gestión residual de este material. Pocos trasladan estas bolsas a depósitos textiles para hacer el tratamiento. Seguramente las lanzan en los restos convencionales. Muchas veces, cuando estos productos llegan a las plantas de tratamiento, según las tintas que se hayan utilizado en las bolsas, por ejemplo para un logotipo corporativo, es muy difícil poder tratarlas", explica Cristian Castillo, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, experto en logística.
En esta línea, Soler añade que "la parte imprimida de las piezas no se puede reciclar. Las impresiones en PVC no se pueden descomponer, de manera que para poder reciclar la pieza primero hay que recortar (y malgastar) la parte que esté imprimida. Eso dificulta enormemente el proceso e impide un reciclaje completo. La opción más sostenible –según Castillo- serían las bolsas reutilizables de plástico (que existen en muchos supermercados), el plástico requiere menos consumos, menos agua y menos energía, cosa que lo convierte en la mejor opción para el uso diario.
Cada bolsa de algodón orgánico se tiene que utilizar 20.000 veces o, lo que es lo mismo, utilizarla cada día durante 54 años para compensar el impacto general de su producción, según un estudio realizado por el Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca del 2018. Entonces, las empresas están utilizando este recurso para hacer greenwashing? "El greenwashing o blanqueo verde es la utilización oportunista de la sensibilidad con respecto a cuestiones medioambientales por parte de determinadas empresas para conseguir mejorar su reputación", explica Marc Compte, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. Cada vez más las empresas tienen la sostenibilidad como eje estratégico de su posicionamiento. "La necesidad de ser sostenibles por parte de las corporaciones existe y es real, pero el fenómeno del greenwashing responde esencialmente a otra necesidad percibida: la de parecer sostenible incluso sin serlo", explica Ferran Lalueza, profesor también de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
Y no sólo en el marketing. También a la comunicación en redes muchas marcas tratan de "ecologizar" su imagen pública. Según un estudio de Harvard, encargado por Greenpeace (2022), que analizó las publicaciones en las redes sociales de grandes empresas de automóviles, aerolíneas y petroleras y de gas del mundo, se utiliza la sostenibilidad y el cambio climático como un posicionamiento estratégico de marca y se difunde desinformación en línea. "En las redes sociales, las marcas buscan conectar con los temas de conversación que implican más personas y la crisis climática es claramente uno, y va a más.
Posicionar como referente en esta materia es percibido como una operación de "blindaje" delante de las posibles y probables críticas en las cuales a menudo están expuestas las industrias más contaminantes. Además, a medida que las exigencias legales se vuelven más estrictas, la tentación de ponerse medallas para hacer las cosas que son mero cumplimiento legal es una tentación casi irresistible para ciertas marcas", afirma Compte. Aviones con cola de ballena, eslóganes ecológicos imposibles como #sustanaibleaviation, emoticonos "verdes" o la apropiación de imágenes de la naturaleza son sólo algunos de los ejemplos que utilizan estas empresas, las más contaminantes del planeta, en redes como Facebook, Instagram o Twitter. "Es muy significativo que empresas que tendrían que pasar de puntillas sobre la cuestión medioambiental porque son muy contaminantes se esfuercen por ser percibidas como abanderadas de la sostenibilidad, probablemente porque así tienen más opciones de modelar el debate público a conveniencia", añade Compte.
Según el informe "Estudio anual sobre la acción y divulgación climática de laso grandes empresas 2022", desde marzo del 2022, 33 países y la Unión Europea, 1.103 ciudades, 7.126 empresas, 1.103 instituciones educativas y 541 instituciones financieras (entre otros) son miembros de la campaña de las Naciones Unidas Race to Zero, que las compromete a reducir a la mitad las emisiones globales para el 2030 y a conseguir un mundo con cero emisiones de carbono.
No obstante, los resultados de este estudio en los últimos dos años demuestran que la gran mayoría de las corporaciones con objetivos para conseguir el cero neto no tienen estrategias claras para conseguirlo. ¿Se están las empresas sumando a iniciativas que en realidad no pueden cumplir, por imagen? "La crisis climática está ya en tiempo de descuento y nos acercamos temerariamente a un escenario irreversible. En consecuencia, la estrategia de postergar las mejoras imprescindibles lo que hace es evidenciar que la voluntad real no existe y que, en el fondo, el objetivo no es ningún otro que aparentar compromiso. Si nadie mueve ficha de manera decidida, nadie se siente interpelado a dar el primer paso. El afán de lucro sigue siendo el principal, si no el único, motor de la estrategia empresarial", concluye Laluez