TRADICIÓN ARTESANÍA
Una de las 12 artesanas de 'espardenyes' que quedan en Catalunya, en Solsona
Un calzado clásico con demanda mundial
La solsonina Maria Carme Grifell es la tercera generación de una familia de espardenyers. Con setenta años, continúa al frente de Cal Seixanta-cinc, un pequeño negocio ubicado en el núcleo antiguo de Solsona. Encinta espardenyes cada día y ha vivido de primera mano la evolución de un calzado tradicional que ha sabido reinventarse.
Símbolo del folklore, son de lo más variadas, desde clásicas a modernas, con tacón o con plataforma. Y ahora también calzan todo tipo de pies: desde payeses y ganaderos, hasta cargos políticos, artistas y novias. En Catalunya solo quedan una docena de artesanos que las confeccionan a mano y hay empresas que las exportan a Francia − uno de los principales compradores −, Estados Unidos, México o Japón.
A finales del s. XVIII los espardenyers proliferaron por todo el territorio y solo llevaban este calzado los ganaderos, la payesía y los obreros. En Solsona se convirtió en uno de los oficios más activos y llegaron a dedicarse hasta 24 personas.
Sin embargo, a mediados del s.XX ya solo quedaban cuatro. De hecho, el municipio tiene un modelo único: las solsonines o de set brencs. Según Grifell, estas “son las más elaboradas, con más cintas y más elegantes”.
La artesana tarda en coser este modelo dos horas, que es el más demandado, y asegura que no da abasto para servir todos los encargos que recibe. “Aquí era el calzado de fiesta mayor y de las ocasiones especiales”, recuerda el artista Roger Mas, que se ha convertido en embajador de las espardenyes. Desde sus inicios, las luce en sus conciertos. Lo hace porque, según explica, las encuentra “preciosas”, pero también porque le dan una singularidad y para “marcar la diferencia”.