TRADICIONES POPULARES
Lleida vuelve a ser Larida
La Festa de Moros i Cristians culminó ayer una edición multitudinaria, con más de 700 'festers' y músicos || Batalla final en la Seu Vella con mensaje de concordia y contra todas las guerras
Tras la recuperación el año pasado después de la pandemia, la Festa de Moros i Cristians de Lleida culminó ayer una nueva edición con presencia multitudinaria de público. El desfile infantil al mediodía y el de gala por la tarde precedieron a la batalla final en el Turó de la Seu Vella, en la que las tropas musulmanas reconquistaron la ciudad.
Lleida vivió ayer la edición número 27 de la Festa de Moros i Cristians, en una jornada final multitudinaria. La meteorología contribuyó en un día primaveral a calentar una jornada vistosa a través del espectacular vestuario de las comparsas moras (Al·leridís, Musa y Bani-hud) y cristianas (Pallaresos, Urgellencs y Anglesola) y el ardor guerrero en la Seu Vella.
Unos 700 festers y músicos de bandas desfilaron a media tarde por el habitual recorrido que parte de la Porta del Lleó de la Seu Vella y, calle Cavallers abajo, desemboca en Blondel y avenida de Madrid hasta la Paeria.Unas horas antes, al mediodía, el público también disfrutó del desfile infantil, que culminó en la plaza Sant Joan (página 4). En un Turó abarrotado de público, al caer la noche se vivió la primera parte de la escenificación de la fiesta, estrenada el año pasado: el ‘enfrentamiento’ itinerante al lado del edificio de la Canonja, antes de que los protagonistas llegaran hasta el escenario de la batalla final, junto a la Porta dels Apòstols, a los pies del campanario. La batalla dialéctica, un guion firmado por el escritor y mecenas cultural leridano Antoni Gelonch, no solo tuvo como protagonistas al caïd moro de los Al·leridís (Jordi Suñé) y al capitán cristiano de los Pallaresos (Adrià Vidal), sino que también participaron cuatro personajes cristianos en representación de la población sitiada por las tropas musulmanas.
En clave histórica, pero también con un sentido actual y universal, una cristiana lamentó que “las batallas solo dejan muerte y destrucción. ¡Qué desgracia que no podamos entendernos los unos con los otros y que tengamos que enfrentarnos!”. Y otra le respondió que “quizás llegará un día que seremos capaces de convivir”.
Finalmente, el caïd moro, espada en ristre, derrota al capitán cristiano, que no le imploró por su vida sino por la de sus soldados. El máximo responsable de las tropas musulmanas se mostró magnánimo y dejó libre al cristiano con la condición de que no vuelva nunca a Larida. Y este le contestó que “otros lo harán por mí”. Seguro, en la Festa del año que viene.