ACOGIDA DÍA MUNDIAL DEL REFUGIADO
Una vida lejos de la guerra
Los ucranianos que llegaron a Guissona huyendo de la guerra viven una situación estable en Guissona. Un año y medio después del inicio del conflicto bélico, solo cinco de las 211 personas refugiadas que están censadas en este municipio de la Segarra están bajo la tutela del ayuntamiento. Según explicó el alcalde, Jaume Ars, en la actualidad “nuestra aportación es básicamente la de informar y asesorar en los trámites administrativos”.
En edificios municipales y en casas particulares solo quedan 12 personas que reciben ayuda, mientras que el resto han hallado estabilidad en casas de familiares, trabajando en bonÀrea o en otras empresas de la zona. Ars también manifiesta que la llegada de 350 refugiados a principios de 2022 no supuso una saturación en servicios públicos como la enseñanza o la sanidad. De hecho, comenta que Guissona es una población donde la llegada masiva de nuevos vecinos es algo habitual, en 20 años la población se ha multiplicado por 4.
Los tres centros educativos de primaria se reparten 27 escolares refugiados y el instituto tiene cuatro. “Tanto el aprendizaje del idioma como la adaptación al sistema educativo han sido un éxito”, comenta el alcalde. En todo ha sido clave la implicación de la comunidad eslava, que se ocupa de centralizar y hacer llegar las ayudas tanto a Ucrania como a los refugiados establecidos en la localidad.
De hecho, organizan conciertos en toda la Segarra y el Urgell para recaudar fondos y se ocupan también de fomentar el ocio entre los recién llegados con Casals d’Estiu y con clases de música o canto. Otra de las claves es la implicación de las entidades locales, como la biblioteca o la escuela de música, así como las asociaciones, en especial la de mujeres Nèvia, que sigue de cerca el proceso de adapatación. Desde hace casi una década, la población ucraniana y rumana suman el 30% del total de Guissona, localidad donde la mitad de vecinos son de origen extranjero. Por este motivo, la convivencia es una situación que se vive con absoluta normalidad.
«Me da miedo volver»
Victoria llegó hace un año a Guissona con su hijo, que entonces tenía tan solo un año. Vive en una dependencia municipal de la que apenas sale, por lo que desconoce totalmente el idioma. Su objetivo es poder volver a Ucrania, donde era periodista. Explica que volver en estos momentos es complicado porque su ciudad sigue ocupada por los rusos. Por este motivo está a la espera de que se resuelva la situación para volver a trabajar en su país. Comenta también que se siente muy agradecida tanto por el trato como por las ayudas recibidas del ayuntamiento y de los vecinos de Guissona.
«Envío dinero a mi familia»
Vladimir trabaja en el departamento de ingeniería de bonÀrea. Cuando comenzó la guerra en Ucrania vinieron su mujer, sus dos hijas y dos nietos. Las hijas, una médica y la otra ingeniera química, volvieron a Ucrania por miedo a perder el puesto de trabajo y con ellas sus dos hijos y la mujer de Vladimir. Es una situación complicada, comenta este vecino, que explica que en este tiempo ha aprendido mucho de la gente de Guissona. “Me han acogido como uno más de la familia”. De hecho, vive con la familia Santacreu, que siente una gran estima por este hombre por su carácter amable.