TRADICIÓN LEYENDA
Els Firals: relevo asegurado
Éxito de público y participación en la tradicional festividad, en la que se involucran vecinos de todas las edades || Acrobacias, teatro y el bautizo del heredero de Cal Bufalà, lo más destacado
Los vecinos de Bellvís han demostrado un año más su compromiso con Els Firals, la tradicional festividad que revive la leyenda de la anilla de Cal Bufalà (ver desglose). Este año, la participación ha sido todo un éxito, según explicó la alcaldesa, Silvia Escalé, que remarcó que “casi todos los niños del pueblo han participado de la tradición”. Así las cosas, Els Firals han sido este año también un gran éxito en cuanto a visitantes.
Muestra de ello es que en la barra y en algunas de las paradas la comida llegó a agotarse la noche del sábado, y la afluencia fue también muy elevada durante la jornada de ayer, donde los espacios resguardados del Sol en las horas más calurosas estaban muy cotizados. Una chocolatada popular dio el pistoletazo de salida a la jornada de ayer, en la que los más pequeños fueron los protagonistas. Al mediodía, la Coral Espiga d’Or ofreció a los nobles una misa en canto gregoriano, y más tarde las campanas repicaron para celebrar el bautizo del heredero de la Casa Bufalà.
Los más pequeños del pueblo lo homenajearon después con danzas y acrobacias subidos a unos zancos, y los gegants también ofrecieron una reverencia. Por la tarde, juegos infantiles para los más pequeños y una degustación de cervezas para los mayores. Finalmente, la historia teatralizada de Cal Bufalà, el hilo conductor de la fiesta a lo largo de todo el fin de semana, llegó a su desenlace por la noche. Desde el ayuntamiento valoraron positivamente el desarrollo de la festividad, que coincide con un cambio generacional de los organizadores.
La historia del noble Bufalà que salvaba a los huidos de la justicia La fiesta de Els Firals de Bellvís recupera una leyenda ambientada en 1637, cuando las tropas españolas del capitán Rodrigo ocuparon la población. Según la leyenda, la familia Bufalà tenía una prerrogativa real que les permitía dar asilo a todos aquellos que, huyendo de la justicia, llegaban a tocar la anilla de su picaporte. También aseguraba un juicio justo a todo aquel que se lo pidiera.