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Volver a empezar con techo

El programa Housing First da un hogar a 35 personas que vivían en las calles de Lleida y no se han adaptado a otros modelos || La Paeria lo impulsó en 2017 y lo gestiona Sant Joan de Déu

Toñi Segura, Juana, Josep Agustí y Pau Freixes en el piso de Juana.

Toñi Segura, Juana, Josep Agustí y Pau Freixes en el piso de Juana.MARC CARBONELL

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El proyecto 'Housing First', que llegó a la ciudad de Lleida en 2017 por iniciativa de la Paeria y gestionado Sant Joan de Déu, da hogar a 35 personas que vivían en la calle y no han podido adaptarse al resto de servicios sociales. Los usuarios pueden vivir con sus parejas, pagan el 30% de sus alquileres y mantienen una reunión semanal con el equipo.

El sinhogarismo es un problema estructural en todas las sociedades. A lo largo de los años, se han desarrollado diferentes modelos para asistir a las personas que viven en la calle.

Casi todos son ‘en escalera’, lo que significa que las personas acceden a una vivienda al final de un proceso de recuperación. Este sistema ha funcionado con muchos usuarios, pero no todos han podido adaptarse a sus exigencias. Así nació la necesidad de encontrar una vía para “acoger a las personas tal como son, en un modelo flexible y centrado en ellas”.

Así define Toñi Segura, jefa del área de Inclusión Social y Comunitaria de Sant Joan de Déu de Lleida, el proyecto Housing First (la casa, primero). Llegó a la capital leridana en 2017 por iniciativa de la Paeria, que les cedió los primeros 4 pisos destinados a acoger a personas sin hogar. En poco más de seis años, el proyecto ha crecido hasta llegar a los 33 pisos –23 en Lleida ciudad, 9 en Les Borges Blanques y uno en Torres de Segre– y 35 usuarios.

La mayoría de inmuebles son cedidos por el ayuntamiento o son pisos sociales, y unos pocos provienen del mercado privado. “Housing First está destinado a personas que han pasado por todos los servicios sociales y no han conseguido adaptarse”, explica Josep Agustí, educador social del proyecto. Los profesionales son figuras de acompañamiento y no de autoridad, con el objetivo de formar un vínculo con los usuarios.

Todos son derivados desde el área de inclusión de la Paeria, que colabora con entidades como Arrels. Son 13 mujeres y 22 hombres, tienen una media de 51 años y seis de ellos trabajan. Han vivido ocho años de media en la calle, y el 80% tienen un perfil de adicción.

“Lo primero que preguntan siempre es si tendrán que dejar de consumir, y la respuesta es no”, explica Segura. Asimismo, dos de cada diez padecen alguna patología mental. “El ayuntamiento sintió la necesidad de desarrollar el proyecto porque detectaron que el sinhogarismo se estaba cronificando”, valora Agustí.Los participantes pueden quedarse en sus hogares indefinidamente, y así lo hacen casi todos.

La mayoría de pisos son de una habitación y están pensados para una persona. Aun así, siete de ellos tienen relaciones sentimentales estables y comparten su vivienda. Los requisitos para los usuarios son mantener la convivencia vecinal, además de “una reunión semanal con el equipo, que se consensúa y es flexible. Les acompañamos al médico si quieren”, explica Pau Freixes, trabajador social de Housing First. “También les damos apoyo jurídico, ya que algunos reciben citaciones porque están empadronados por primera vez”, añade.Asimismo, se les exige el 30% del pago del alquiler, por lo que los participantes deben trabajar o poder acceder a prestaciones. “Sirve para que le den un valor a su hogar”, explica Segura. “Al principio les cuesta porque no tenían el hábito de tener gastos fijos, pero no suele ser un problema.

Solo tenemos un caso en trámite para echar al usuario del piso, ya que no paga el alquiler ni nos abre la puerta”, apunta Freixes. “Cada año adaptamos los contratos a sus ingresos, tanto si aumentan como si disminuyen”, explica Segura.Sant Joan de Déu tiene detectadas a 30 personas que viven en las calles de Lleida y podrían entrar en el programa. Una quincena podrían hacerlo de inmediato, pero otras necesitan un trabajo previo.

“En Lleida no hay pisos”, apunta Segura. Añade que “los propietarios nos hacen un examen de conciencia porque quieren asegurarse de que van a cobrar el alquiler”, y explica que “siempre avalamos los contratos”. Sant Joan de Déu es el titular, y los usuarios firman un acuerdo con el que pueden empadronarse y tramitar otros certificados.

«Participo en actividades en grupo donde me lo paso muy bien»

Luisa. Vive en Universitat - Zona Alta

“Vivo con mi pareja, que me acompaña al médico y me ayuda en todo lo que necesite, en mi nuevo hogar desde hace unos dos años”, explica Luisa, que vive en un piso de Universitat - Zona Alta. “Antes vivía en Reus con mi madre, pero cambió a raíz de la muerte de mi padre y tuve que marchar de casa. Pasé por albergues y estuve de alquiler en algun piso por poco tiempo, pero acabé en la calle.

Los servicios sociales me ofrecieron este piso, y al principio no me lo creía. Ahora tengo el médico cerca de casa, puedo cocinar lo que quiera y estar tranquila. También participo en algunas actividades en grupo que hacemos, donde me lo paso muy bien y estoy contenta”, añade.

Sant Joan de Déu detectó un sentimiento de soledad no deseada entre los participantes, por lo que ha implementado actividades comunitarias y voluntarias como excursiones a la playa, comidas de Navidad o talleres organizados por la Llar Residència de Salud Mental de la entidad. Por otra parte, la entidad también constató que cada vez hay más mujeres viviendo en la calle, Aunque su estancia no se suele cronificar tanto como la de los hombres, percibe este aumento como preocupante y prioriza la incorporación de más mujeres al proyecto. De hecho, han sido tres de las últimas cuatro incorporaciones.

“Muchos tienen un médico por primera vez”

Toñi Segura explica que “los usuarios suelen tener un nivel de salud muy precario, a veces con patologías encubiertas que se manifiestan cuando sus cuerpos se ‘relajan’ al tener un hogar. Muchos tienen un médico de cabecera por primera vez. Hemos sufrido algún fallecimiento, pero tienen una muerte digna” y destaca que “el ayuntamiento nos ayuda mucho profesional y económicamente, y nada sería posible sin la financiación de la COPSE, IRPF y la Obra Social de Sant Joan de Déu”.

«Poder tomar café cada mañana antes me parecía impensable»

Juana. Vive en el Centro Histórico

“Hace más de dos años que vivo en mi nuevo hogar. Viví en la calle durante siete años, por lo que poder entrar en este piso ha sido un cambio enorme para mí”, explica Juana, que vive en un piso del Centro Histórico. “Tuve varias relaciones tóxicas y me enganché a las drogas, lo que me llevó a la calle.

Era usuaria de la fundación Arrels, y me ofrecieron la oportunidad de entrar en el proyecto. Antes salía a pedir limosna todos los días, y aunque lo sigo haciendo de vez en cuando, ahora vivo mucho más tranquila. Puedo tomarme un café cada mañana viendo la tele, algo que antes me parecía impensable.

Agradezco toda la ayuda profesional de Toñi, Josep y Pau, y también la económica porque sin ellos me habría sido imposible encontrar un alquiler asequible o cambiarme la dentadura, por lo que me veo mucho mejor y siento que mi vida ha cambiado”, añade. Explica que “ahora puedo morder sin problemas la carne o la fruta, y he cogido el peso que necesitaba”.Gracias a tener un hogar, Juana ha retomado la relación con cuatro de sus cinco hijos. Muchos de los participantes hace tiempo que no tienen contacto con su familia, y el equipo de Sant Joan de Déu explica que “el hecho de tener un piso les anima a retomar relaciones. Algunas veces los familiares los rechazan, pero son casos aislados”.

«Ahora tengo un sitio para ducharme, comer y dormir tranquilo»

Nicolae. Vive en La Bordeta

“Ya hace cuatro años que vivo en mi nuego hogar. Antes trabajaba, tenía contrato y vivía de alquiler como cualquier persona. Enfermé y no pude seguir trabajando, por lo que me vi sin recursos y acabé viviendo en la calle por unas semanas”, explica Nicolae, que vive en un piso de La Bordeta. El proyecto está destinado a las personas que llevan bastantes años sin tener una casa porque pretende incidir sobre todo en la cronificación del sinhogarismo, pero los casos de usuarios con problemas graves de salud también se priorizan. “Con mi nueva casa tengo un sitio para ducharme, comer y dormir tranquilamente, por lo que estoy muy agradecido”, afirma.

“Aun así, estoy preocupado por mi salud. En general estoy bien, pero hay días que me encuentro peor”, añade. Nicolae explica que “me gusta mi hogar y ya me he acostumbrado a él, pero sigo prefiriendo pasar el día paseando por la calle.

Me reúno una vez por semana con Pau o Josep, y me llevo muy bien con ellos. Me han acompañado al hospital cuando lo he necesitado, así como con los trámites que no he sabido gestionar”.Los encuentros entre los profesionales y participantes se llevan a cabo en sus domicilios pero también en cafeterías o cualquier espacio al aire libre. A veces dan paseos o van a comprar juntos. También se reúnen en las oficinas de la entidad, pero lo perciben como un espacio más frío donde solo acuden para gestionar trámites burocráticos.

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