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De Bellvís a las Antípodas

Júlia y Helena, dos hermanas de Bellvís, se mudaron a Australia, a Gold Coast, hace un año

Sidney, la cosmopolita gran ciudad australiana.

Sidney, la cosmopolita gran ciudad australiana.Júlia i Helena Ribera

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Sabíamos muy poco de las Antípodas, así lo denominó el abuelo la primera vez que les hicimos saber que nos íbamos a Australia. "¿Tan lejos? ¡Caramba!" Muy poco sabíamos entonces. Primero tomé yo la decisión, y después se unió Helena, mi hermana pequeña. Ella necesitaba pulir su inglés, y yo cumplir objetivos personales que iban mucho más allá del deseo de vivir fuera.

Marcharse de casa es duro, pero irse tan lejos estremece. Y mucho. Yo fui consciente el mismo día del viaje, cuando nos despedimos de los abuelos. Sólo nos queda uno, de 93 años, y el mismo día que nos íbamos nos dedicó las palabras más tristes hasta entonces: “Ya no nos volveremos a ver.” Nos abrazamos todos, también lloramos mucho, y fue terriblemente duro irnos después. Creo que ninguna de las dos fue del todo consciente de la distancia que nos separaría casa. Al menos no fuimos conscientes después de la primera escala del avión en Dubái.

En algún punto del Océano Pacífico, observando una simulación del globo terráqueo en la pantalla táctil del asiento de delante, pude apreciar el recorrido. Y todavía faltaba sobrevolar el país entero. De hecho, nos llevó toda la noche. El viaje en sí es un simple punto de partida, una preparación mental y, de alguna manera, también espiritual que conecta mente y cuerpo.

Dicen que viajar abre la mente, que el descubrimiento de nuevas culturas comporta, a veces, abrazar nuevas formas de vida. Pero en nuestro caso no era un simple viaje, nos mudábamos a Australia, y en el mío en concreto no sabía ni si volvería. Habíamos dejado atrás proyectos que no sabíamos exactamente si seguirían activos al volver, y las personas, así como nosotras mismas, sabíamos que en el fondo cambiaríamos, a pesar de arraigarnos a la esperanza de que todo seguiría igual en caso de volver.

Pero todo eran suposiciones, y ni siquiera sabíamos nada de la cultura o de la gente. Una vez allí, sin embargo, todo es bien diferente, y nada cómo nos habíamos imaginado. Gold Coast es la ciudad que escogí, un lugar típicamente surfista, en la costa este del país, en el estado de Queensland. También la llaman The Sunshine State por|para el tiempo fantástico que hace y por las playas paradisiacas que la zona regala. La costa este contempla idílicos paisajes subtropicales y las ciudades de fondo aparecen medio borradas por la fuerza de las olas del pacífico.

Difícil de olvidar de la memoria una vez visto. Es exactamente como una postal de aquellas con tonalidades púrpura, y de hecho realmente es así, sobre todo en invierno. Tiene las mejores salidas y puestas de sol que he visto nunca, y con completa visibilidad desde casi cualquier punto de la ciudad. Y es que, de hecho, Gold Coast es también conocida como el Miami de Australia. A mí me tocó y sigue haciéndolo cada vez que paseo por Main Beach o Burleigh Heads; de sus mejores maravillas.

Queensland es del todo australiano, tanto que la gente camina descalza por las calles y supermercados aunque no vengan de Surfers Paradise con la tabla de surf en la mano. La sensación de los primeros meses es que la vida fluye, nada es un problema demasiado difícil de resolver, y la mentalidad de los australianos de la zona es que todo tiene soluciones viables si familias y amigos se apoyan y se mantienen unidos.

Los valores típicamente australianos se hacen bien notorios en la zona, pero con la particularidad que, en ciertas zonas, la imagen visual de Queensland remite también a una película rodada en Montana. El país sufrió un proceso de americanización durante la década de los 50, y aunque Gold Coast es una ciudad, el estado no deja de ser una zona típicamente rural.

El resultado recopilación una mezcla de ambas culturas, donde|dónde el clima subtropical costero y las zonas boscosas y montañesas permiten acampadas al aire libre, y las carreteras, calzadas, e incluso playas se llenan de todo-terrenos, pickups y música country de fondo.

En mi caso, nunca se me había sentido tan aceptada y querida en ningún otro lugar, y se me hizo del todo fácil abrazar una cultura tan sencilla como atípica. Recibir palabras tan gratificantes como: “Claro está, aquí te queremos; Australia te quiere”, sólo llenan de alegría el alma. La prueba definitiva que puedes encontrar calor y hogar en una zona tan alejada de Cataluña como es Australia, exactamente en la otra punta de mundo.

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Playa de Gold Coast, en el este de Australia.Júlia i Helena Ribera

Brisbane es la tercera ciudad de Australia y capital del estado de Queensland.

Brisbane es la tercera ciudad de Australia y capital del estado de Queensland.Júlia i Helena Ribera

Desierto en la isla de Moreton.

Desierto en la isla de Moreton.Júlia i Helena Ribera

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