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Vocaciones de capa caída

Los obispados y las congregaciones leridanas notan desde hace años un descenso en el número de
sacerdotes y religiosos || Hay más implicación de la comunidad laica en la gestión y ceremonias

Religiosas de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados con usuarios y trabajadoras de la Llar de Sant Josep de La Seu d’Urgell.Llar de Sant Josep

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l. garcía/x. santesmasses/ l. pedrós/c. sans

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“Dios, envíanos más operarios que falta nos hacen”. Esta es una frase que pronunció el obispo de Lleida, Salvador Giménez, el pasado noviembre en la ordenación de Joshua Carrillo, de 29 años, como nuevo sacerdote de la diócesis. Era la primera que se producía en el llano en siete años y del único seminarista que tenía. Obispados y congregaciones no esconden que hay una crisis importante de vocaciones lo que les lleva a buscar una mayor implicación de la comunidad laica para mantener la gestión de los templos y la celebración de las ceremonias. 

Solo algunas cifras. El obispado de Solsona tiene 57 sacerdotes de los que 37 prestan sus servicios a parroquias de Lleida. Cuenta con dos comunidades de frailes con 9 religiosos, y una docena de congregaciones de monjas con 103 religiosas, además de ocho unidades pastorales y 117 parroquias. En el caso de Lleida, de 86 sacerdotes, solo la mitad tienen menos de 65 años, y hay 18 congregaciones con un centenar de religiosos y religiosas. 

Sobre las causas de la caída de las vocaciones, señalan la falta de compromiso, una visión más intimista de todo lo que hace referencia a la religión y una sociedad más individualista que dificulta el relevo. El vicario general del obispado de Lleida, Lluís Sallán, señala que esto ha provocado que los sacerdotes asuman más responsabilidades y una situación de “pluriempleo pastoral”, que les lleva a hacer muchos kilómetros para poder llegar a las parroquias que tienen asignadas. 

Para poder afrontar la gestión y la celebración, se ha incrementado la implicación de la comunidad laica. “Tenemos más de 473 laicos que forman parte de los consejos de pastoral y más de 63 responsables de equipos de catequesis. Además de 59 responsables de la gestión directa de las parroquias. La misión se hace igual pero hay más diversidad”, apunta. También han aparecido nuevas figuras como los diáconos permanentes y los animadores de comunidad, hombres y mujeres que incluso pueden llevar parroquias. “Antes o estaba el sacerdote o se cerraba la puerta, y esto ha cambiado”, afirma. 

Uno de los retos es llegar hasta los jóvenes e intentar revertir la menor presencia de feligreses a misa, con una caída importante tras la pandemia, y Sallán no cree que hubiera más sacerdotes si pudieran acceder al matrimonio. “Es una crisis de crecimiento pero purificadora y se están abriendo nuevos caminos y lenguajes en un cambio de era”, opina. Para el vicario general de Solsona, Marc Majà, la falta de vocaciones es solo uno más de los grandes interrogantes sociales, económicos y políticos que están abiertos. “La vida religiosa no escapa de la realidad en que vivimos, en la que cada vez hay menos creyentes, y todavía menos practicantes, y todavía menos religiosos”. 

Con todo, manifiesta que la gente continúa confiando en los servicios de las parroquias como cuando hay un difunto o en las celebraciones, entre otras circunstancias. Cree que hay que afrontar el momento actual con realismo y ver hasta dónde pueden llegar los sacerdotes y hasta dónde se requiere la colaboración de los laicos. Comenta que en el territorio de la diócesis de Solsona, con muchos pueblos pequeños, en algunos casos se lleva a cabo la rotación de las misas en los pueblos de una misma parroquia, si bien reconoce que desde la pandemia muchos mayores optan por seguir la misa por televisión. 

Otro paso es la coordinación con los diáconos. En la diócesis hay 5 actualmente. Finalmente, explica que la institución por parte del Papa de los ministerios laicales (pueden ejercerlos hombres y mujeres para convocar y hacer celebraciones de la palabra) es una tercera vía para dar respuesta a la demanda. Con todo, explica que hasta hoy en Solsona se pueden seguir manteniendo los servicios básicos en las parroquias. En el mismo sentido, a nivel asistencial dice que Càritas está muy presente y activa en una de las unidades pastorales. 

Por otra parte, comenta que están llegando sacerdotes de otros países y que la presencia de los laicos es cada vez más directa en el mantenimiento del patrimonio histórico y cultural de las iglesias, ermitas y monumentos.

“Hace veinte años éramos 14 hermanas y ahora solo somos cinco”

Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados es una congregación religiosa católica femenina que se hace cargo de la residencia para la gente mayor ‘Llar de Sant Josep’ de La Seu d’Urgell. La madre superiora explica que el centro está gestionado actualmente por 5 religiosas, pero hace unos 20 años llegaron a ser 14, con una media de edad de entre 25 y 35 años, “mucho más joven que ahora”, en la que hay alguna de 30 y 40 pero también otras que rondan los 70 años. “Cada vez somo menos, la vocación es muy pequeña y los jóvenes no están dispuestos a entregarse, tenemos la suerte que nos apoyamos con religiosas de otras culturas, donde la vocación es mayor”, cuenta.

 De hecho, en La Seu hay dos religiosas españolas, una de Perú, una de Guatemala y una de Santo Domingo. Las religiosas combinan las horas de rezo con las de cuidado de los ancianos. La directora de la Llar, Sor Luisa García, explica que dedican cada día momentos al culto “porque son los que nos dan la fuerza para continuar”. Cada una tiene su labor en la residencia, una en la cocina y otras en las áreas de ancianos más asistidos. “Es sacrificado, pero muy bonito”, añade. La situación económica no es muy buena. Antes pasaban con las pensiones de los ancianos residentes pero ahora, cuenta, “nos hemos visto obligados a pedir que las familias colaboren con un ingreso extra mensual porque tenemos muchas facturas y nóminas que pagar”.

 La residencia tiene 85 plazas, todas ocupadas, y 38 trabajadores. “Hemos tenido que cerrar algunas casas que teníamos en Girona, donde ya no había religiosas que se hicieran cargo y no podíamos pagar las nóminas de todo el personal”, dice. La congregación gestiona también el Hogar Santa Teresa Jornet de Aitona. 

Hoy la gente no está por hacer  contratos de por vida 

La comunidad de Sant Ramon, en la Segarra, tiene en la actualidad 7 novicios, casi el doble que el año pasado. Además, desde diciembre cuenta con un diácono, Diego, que ya inició su formación en Sant Ramon y que ocho años después ha vuelto para dar apoyo a los tres sacerdotes de esta comunidad que, además de atender el histórico santuario y el noviciado, cubren las misas en una decena de poblaciones del centro de la Segarra. 

Marín con el diácono de Sant RamonX Santesmasses

Desde hace unos meses y de forma provisional se trasladan hasta Sant Guim de Freixenet. El prior, Francisco Marín, admite que, hoy en día, conseguir vocaciones es todo un reto. Para argumentarlo utiliza la metáfora de un anuncio televisivo y comenta que “hoy la gente no está por hacer contratos de por vida en casi ningún ámbito”. Considera que hay jóvenes muy válidos que optan por atender su compromiso de entrega a los demás en una ONG u otro tipo de entidad solidaria. “Es cierto también que nos encontramos jóvenes con poco fondo de fe”, explica. En cuanto a la atención de las parroquias en la Segarra, afirma que es una situación difícil. Cubren una docena de pueblos, muy pequeños, el más grande es Sant Ramon, y con personas muy mayores. En este sentido, afirma que en otras partes como Castellón hay comunidades más vivas y implicadas que consiguen atraer jóvenes. Con todo, la comunidad Mercedaria está dedicada a atender los centros penitenciarios por lo que la labor en las parroquias es un trabajo añadido al que se implican por la falta de vocación.

“Antes éramos un colegio y ahora cuidamos de hermanas mayores"

Las Missioneres Esclaves de l’Inmaculat Cor de Maria son un ejemplo del descenso del número de religiosos y religiosas al acabar su misión de enseñanza, ya que gestionaron el colegio Cor de Maria, en la avenida Catalunya, que después pasó a ser una residencia femenina y ahora, para monjas mayores.

Bicentenario de la madre Esperanza.Bisbat de Lleida

 La hermana Miguela Mayoral explica que en Lleida llegaron a ser medio centenar y que ahora se dedican al cuidado de religiosas dependientes. “Ahora tenemos que contratar a personal porque no hay hermanas que puedan hacer todas las tareas y vamos haciendo con nuestras pensiones, con las que tenemos que mantener un edificio que es grande”. Para la hermana Miguela, la falta de vocaciones es un problema de compromiso pero tiene esperanza en los jóvenes. Y también en mantener la casa de Lleida, la de su fundadora, Esperanza González, cuya figura reivindican.

«La vocación es un regalo de Dios»

Mn. Abel Trulls, rector de Bellpuig y otras cuatro parroquias

Es el rector de Bellpuig desde hace 6,5 años y actualmente tiene 34.Laia Pedrós

¿Cómo tomó la decisión de dedicar su vida a la iglesia? Decidí entrar en el seminario en 2009 cuando tenía 20 años a raíz de un tiempo de discernimiento y de orar a Dios para saber qué quería en mi vida. Mi familia es cristiana practicante. Siempre había pensado y deseado formar una familia cristiana pero en 2007 me sentí interpelado a entrar al seminario a través de un artículo de un periódico cristiano. Estudiaba 2º de Bachillerato, no entendía qué me pedía Dios y empecé a estudiar una de mis pasiones, arquitectura. Durante los dos años siguientes fortalecí la fe y el 25 de marzo de 2009, día de la Anunciación del Ángel a María, me sentí con peso para decir ‘sí’ a lo que Dios me pedía. 

¿Cómo se lo tomó su entorno? Todos lo recibieron positivamente. Me sorprendió que algunos amigos más alejados de la iglesia se interesaron, tenían preguntas y curiosidades.

 ¿Está contento? Al principio no quería ser sacerdote, entré al seminario porque Dios me lo pedía pero tenía la seguridad que si esta era su voluntad, sería feliz. Y cuando llegó la ordenación sacerdotal era feliz porque veía que esto me llenaba y que era la voluntad de Dios. Y a pesar de que en el futuro pudiera haber incertidumbres, Dios sería ayuda y fortaleza. Ahora estoy contento de ser sacerdote y estar en Bellpuig al servicio de Dios, la iglesia y la comunidad. 

Su día a día no son solo las misas. Muchas personas piensan que los sacerdotes solo celebran misas. Curiosamente cuando estas se implican más a nivel de la parroquia ven que hay un volumen de trabajo importante. Lo que se ve más son las celebraciones religiosas pero también hago visitas a enfermos, atención a personas necesitadas, catequesis, nueva evangelización, organización de las parroquias (llevo 5), conservación del patrimonio cultural y religioso tanto material como inmaterial… y este año de forma especial con el Any Jubilar, con motivo de los 400 años de la primera llegada del Cristo de Bormio a Bellpuig. 

¿Por qué cree que falta vocación? No hay un único factor, uno de ellos es la falta de compromiso, en entidades civiles también sucede. A pesar de ser pocos, hay jóvenes que dicen sí. Durante cuatro años fui el único seminarista de Solsona, pero había proximidad con otros jóvenes seminaristas de otras diócesis y con los novicios de Sant Ramon. 

Ahora muchos provienen de otros países. ¿Allí hay más fe? La iglesia siempre ha tenido vocación misionera. Durante un tiempo los seminarios de nuestras diócesis estaban llenos y se enviaban muchos fuera para evangelizar y trabajar para un mundo más justo. Ahora Catalunya es tierra de misión. La historia va cambiando. 

¿Cómo ve el futuro? Es incierto como la sociedad, pero también lleno de oportunidades. Debemos encender chispas en los corazones de las personas que puedan ver que merece la pena seguir a Jesús y su evangelio. Y a pesar de la incertidumbre, debemos mirar el futuro con esperanza

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