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ORGULLOSA DEL MEU COS

Una joven de Mollerussa vuelve a andar y es autónoma después de sufrir amputaciones a causa de una bacteria

Ariadna Teixidó tiene 26 años y es de Mollerussa, aunque desde hace dos años vive en Tàrrega con su pareja. Su vida cambió de golpe el pasado mayo, cuando le tuvieron que amputar sus extremidades debido a los efectos de una complicación de la gripe A y la infección de la bacteria pyogenes, que le provocaron un fallo multiorgánico.

L’Ariadna fent un dels seus exercicis rutinaris.

L’Ariadna fent un dels seus exercicis rutinaris. - MAGDALENA ALTISENT

Publicado por
Ricard Gómez
Lleida

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“Estoy orgullosa de mi físico porque gracias a esto estoy viva y tengo una segunda oportunidad”. No es fácil encontrar personas como Ariadna, que después de un año en el que ha visto la muerte muy de cerca y ha sufrido la amputación de sus extremidades, puede mantener el optimismo necesario que le permite seguir adelante. 

Dice que siempre se ha caracterizado por ser una persona optimista, pero que ahora ha descubierto dos adjetivos más que la pueden definir: luchadora y resiliente. “Yo no sabía que mi optimismo me podía llevar a una resiliencia que me ha hecho superar una cosa que no sabía que podía superar”.

L’Ariadna fent un dels seus exercicis rutinaris.

L’Ariadna fent un dels seus exercicis rutinaris. - MAGDALENA ALTISENT

Todo empezó el 14 de febrero del 2023, cuando le dieron la baja laboral por una gripe. Hacía solo una semana que había empezado a trabajar en un colegio como profesora sustituta. En aquel momento nada le hacía pensar que la madrugada del 15 al 16 de febrero estaría en Urgencias del Arnau de Vilanova, rodeada de médicos, intentando averiguar por qué el corazón, el hígado, los riñones y los pulmones le fallaban. “Veía muchos médicos y no sabía si era normal o no, porque nunca había estado ingresada. Me preguntaron si alguna vez me habían colocado una vía intravenosa. Respondí que no y esto es el último que recuerdo”.

Ariadna entró en coma y fue trasladada a la UCI de la Vall d’Hebron, donde permaneció en este estado durante dos semanas. “Empecé a abrir los ojos el 2 de marzo, pero mis primeros recuerdos son del día 10. La familia me preguntó si sabía por qué estaba allí, pero no tenía ni idea”, dice. Fue entonces cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación. Tuvo un fallo multiorgánico por complicaciones de la gripe A y por una infección de la bacteria pyogenes. 

Le pusieron una ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea), que la mantuvo con vida haciendo circular la sangre hasta los órganos vitales. “Me quedé muy delgada, pesaba 40 kilos, 15 menos de lo habitual”.

La peor noticia llegó al cabo de pocos días, cuando le dijeron que debido a la insuficiencia cardíaca, sus extremidades no respondían a ningún estímulo, provocando una necrosis que obligó a amputar sus piernas, brazo izquierdo y la mitad de su mano derecha. “Mis primeros sentimientos fueron de negación y desesperación, como si mi cuerpo me traicionara. Tuvieron que pasar varios días hasta aceptar que era el precio que tenía que pagar por estar viva”.

Recuerda que fueron días duros y solo esperaba la visita de sus padres y de Sergi, su pareja, que hacían el viaje cada día desde Mollerussa y Tàrrega para visitarla durante las pocas horas que la UCI lo permite. Eso sí, recuerda un día con especial ilusión: “Mi  mejor día en la Vall d’Hebron fue cuando me sacaron a ver el sol. Estaba conectada a la ECMO, sin poder moverme, pero fue una felicidad brutal poder ver el cielo, personas y movimiento”. 

Finalmente, el 3 de abril su cuerpo consiguió  funcionar sin la ayuda de la máquina y los médicos decidieron desconectarla de la ECMO. Dos días más tarde la trasladaron al Arnau de Vilanova, donde fue operada al cabo de un mes para amputarle las piernas, su brazo izquierdo y parte de su mano derecha afectados por necrosis. Destaca que afrontó la operación totalmente concienciada y tenía la sensación de que mirar su cuerpo era un choque más fuerte para los demás que para ella misma. “Lo asumí de la mejor manera. Incluso con mi pareja bromeábamos sobre mi cuerpo. Lo mejor era que las cosas volvían a depender de mí”, afirma. 

Y así fue, porque solo dos semanas después de la operación, Ariadna empezó sus sesiones diarias de recuperación, que hoy en día aún siguen, en la sala de rehabilitación del Arnau de Vilanova. Hace todo tipo de ejercicios de fisioterapia y terapia ocupacional. Lleva dos prótesis en las piernas y otra en el brazo izquierdo, que le permiten ser autónoma. “Me gustaría volver a trabajar y tengo en mente conducir de nuevo. Lo echo de menos y tengo ganas”, señala. 

Quiere sentirse una persona independiente y que la gente normalice este tipo de situaciones. Por eso ha creado un perfil en TikTok para explicar su día a día y mostrar su antes y después. “Tengo melancolía del pasado, no lo negaré, pero ahora valoro mucho más las cosas que me pasan. En mi casa, vamos a celebrarlo como un nuevo aniversario”, concluye.

Consigue ponerse las prótesis sin la ayuda de nadie

Una ambulancia la recoge cada día en su casa en Tàrrega para llevarla a la sala de rehabilitación del Arnau de Vilanova. Dice que ha sufrido mucho dolor para adaptarse a las prótesis, pero que le fue relativamente fácil volver a andar. Recuerda que empezó con ejercicios de fuerza con el objetivo de no necesitar ayuda para ponerse las prótesis. “El hecho de ver mejoras me hacía estar alegre y contenta. He tenido días duros, pero todo indica que conseguiré llevar una vida normal”. Actualmente, hace sesiones de rehabilitación de una hora y media con Míriam Pueyo y Anna Sorribes, dos de las rehabilitadoras que más le han ayudado en este proceso de recuperación. Le ayudan a hacer ejercicios físicos y de psicomotricidad para mejorar su autonomía.

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