Las conductas suicidas no mortales aumentaron más de un 50% en Cataluña después del confinamiento por la covid
El incremento se nota sobre todo entre las mujeres jóvenes y los menores de edad, según un estudio del IR Sant Pau
Un estudio del Institut de Recerca Sant Pau revela un aumento significativo de las conductas suicidas no letales después del confinamiento por la covid-19 en Cataluña y pone de relieve el impacto prolongado de la pandemia en la salud mental de la población. Según la investigación, liderada por el doctor Víctor Serrano-Gimeno y publicada en la revista ‘The Lancet Psychiatry’, las conductas suicidas no mortales aumentaron un 50,77% después del confinamiento. Entre las mujeres jóvenes y los menores de edad es donde se nota más el incremento. Los expertos del Grupo de Salud Mental del instituto destacan la necesidad de estrategias preventivas y la importancia de considerar la salud mental como una parte esencial de la salud pública en eventuales situaciones similares.
El estudio se centra en las conductas suicidas no letales, es decir, ideación o intentos, y analiza datos de una cohorte catalana de todos los hospitales de Cataluña recopilados mediante el Código Riesgo Suicidio en tres periodos: el de preconfinamiento, del 1 de enero del 2018 al 14 de marzo del 2020; el de confinamiento, hasta el 21 de junio del 2020 y el postconfinamiento, hasta el 31 de diciembre del 2022.
Los resultados revelan una tendencia de aumento leve en los comportamientos suicidas no mortales en el periodo analizado como preconfinamiento. Durante el confinamiento, estas conductas se redujeron de acuerdo con los datos registrados y, después de las medidas más estrictas, incrementaron de forma significativa.
En declaraciones recogidas en un comunicado por el Institut de Recerca Sant Pau (IR Sant Pau), el doctor Serrano-Gimeno indica que la reducción de las conductas no letales durante la estricta cuarentena se puede explicar porque la gente tenía “menos acceso a métodos para quitarse la vida, entre otras razones” y señala que el aumento posterior al confinamiento “refleja factores complejos, incluyendo el aislamiento social y los desafíos económicos.”
El análisis estratificado de los datos muestra que, durante la relajación del confinamiento, las conductas suicidas no mortales aumentaron de forma significativa entre las mujeres, especialmente el grupo de entre 18 y 30 años, y entre los menores de 18 años. Para los investigadores, estos resultados subrayan la necesidad de estrategias preventivas dirigidas a estos colectivos.
La doctora Maria Portella, responsable del Grupo de Investigación en Salud Mental en el IR Sant Pau, destaca que el estudio “cuantifica” lo que se sospechaba del impacto del confinamiento en la salud mental y, además, amplía el foco: “No necesariamente eran personas con un diagnóstico psiquiátrico. Y eso es muy importante porque demuestra que el suicidio es un problema de salud pública mucho más global”.
El doctor Narcís Cardoner, jefe del servicio de Psiquiatria del Hospital de Sant Pau e investigador del mismo grupo, añade que los resultados dicen muchas cosas que tendrían que servir para afrontar situaciones similares en el futuro. “Es interesante [observar] que durante la pandemia se priorizó de una forma marcada la salud física. Todas las estrategias, como el mismo confinamiento, iban dirigidas a reducir el riesgo de infección del virus, pero sabíamos que el impacto de estas situaciones iría más allá”, reflexiona, para continuar: “haber hecho algún tipo de previsión sobre estos impactos hubiera sido esencial”.
El doctor Cardoner también habla de la presión actual sobre un sistema sanitario que intenta dar respuesta a estas situaciones. “Sólo hay que pasar por nuestras urgencias para ver la saturación. Eso demuestra que la pandemia ha sido una prueba de estrés brutal para una sociedad ya de por si frágil. Todos teníamos esta idea que la salud mental va fatal. Y aquí podemos confirmarlo con números”, sostiene.
El doctor Serrano concluye que las consecuencias de fenómenos sociales a gran escala son profundas y señala que se tienen que abordar “desde una perspectiva de salud pública, no sólo de psiquiatría”. Los investigadores también explican que el impacto de la pandemia en la salud mental, por ejemplo en el riesgo de depresión o trastorno de ansiedad, es muy marcado en todo el mundo.