ESNOTICIA
Un Sant Joan más seguro
Sensibilización para reducir los efectos del ruido en las mascotas y evitar accidentes
Pueblos de tradición 'fallaire', preocupados porque “se está poniendo de moda hacer 'falles' sin ton ni son”
Los leridanos están a pocas horas de volver a celebrar la verbena de Sant Joan, una fiesta popular protagonizada por las hogueras purificadoras y la pólvora. Los animales de compañía son los que más sufren los efectos del ruido provocado por los petardos y cada vez más ayuntamientos ofrecen consejos para reducir su impacto en los peludos.
Todo listo para celebrar la verbena de Sant Joan más segura con un incremento de la seguridad para evitar accidentes y una campaña de sensibilización para reducir los efectos que tiene el uso de la pirotecnica en los animales de compañía. Esta noche, las comarcas leridanas se llenarán de luz y fuego además de cocas para celebrar la noche más mágica del año. Un año en el que se ha reforzado el dispositivo de Interior, con más de 4.000 agentes en toda Catalunya, además de más efectivos de Bomberos, Agentes Rurales o Protección Civil.
Uno de los ruidos característicos de esta noche serán los petardos. Los veterinarios señalan que entre un 25% y un 50% de los animales tiene miedo a la pirotecnica. Con el objetivo de ayudar a mitigar este impacto, el Consell de Col·legis Veterinaris de Catalunya, con la colaboración de Protección Civil, ha impulsado una campaña con recomendaciones desde preparar una zona segura para el animal, no salir a la calle en los momentos de más ruido o el uso de productos ansiolíticos. Al respecto, Marta Vilanova, vocal responsable de pequeños animales del Col·legi de Veterinaris de Lleida, explica a SEGRE que “los animales de compañía, sobre todo perros y gatos, son muy sensibles a los ruidos muy fuertes e imprevisibles” y añade que este miedo puede provocar accidentes, como los atropellos si el animal escapa. Entre las recomendaciones, Vilanova señala que no hay que castigarles ni obligarles a salir a la calle y que es recomendable el uso de un arnés para pasear y no un collar para evitar que se puedan escapar. Asimismo, en casa, insta a cerrar las ventanas y las puertas exteriores, como las del balcón, para evitar que puedan saltar si se asustan. También aconseja dejar la tele puesta o música para disminuir el ruido de los petardos. En cuanto a los medicamentos, explica que en su clínica ya hace semanas que recibe consultas de propietarios y que para su uso siempre hay que seguir la recomendación de un profesional. Además de los animales domésticos, Vilanova recuerda los efectos que puede tener el ruido de la pirotecnica en especies protegidas. “En zonas donde hay mucha naturaleza, puede afectar la nidificación o que abandonen a las crías”. Asimismo, remarca la importancia de que los animales cuenten con el chip de identificación para que, en caso de pérdida, puedan ser recuperados. La emblemática Pirotecnia Ramonina, en el barrio de La Bordeta de Lleida, es una de las pocas tiendas que vende petardos durante el año, aunque la víspera de Sant Joan es cuando se registra la mayor facturación. Los hay de todos los colores, formas e intensidades. “Ha habido veces en las que los clientes se han decantado más por los productos de luz, como las fuentes, en vez de los más fuertes de trueno. Pero este año, de momento, las ventas están bastante igualadas”, explica la propietaria de este negocio con treinta y tres años de historia, Ramona Castelló, mientras apunta que la mayoría de ventas se registrarán hoy a última hora. En los últimos años se han incrementado tanto los controles al material pirotécnico como las campañas de sensibilización para garantizar una celebración segura. Al respecto, Castelló explica que “recomendamos un producto u otro según la edad”. De hecho, todo el material pirotécnico está dividido por ley en tres categorías: F1 (edad mínima 12 años), F2 (+16 años) y F3 (+18 años).
Llavorsí celebrará el próximo 29 de junio la primera bajada de ‘falles’ de su historia Mossos y Policía Local reforzarán su presencia para evitar accidentes en la noche más corta del año
Sant Joan también enciende el Pirineo. Al caer la noche, una procesión de luciérnagas zigzaguea en el horizonte. Se trata de las características falles, una fiesta milenaria que en 2015 fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Desde que la Unesco otorgó esta distinción hace nueve años, cada vez son más los pueblos que están incorporando a la celebración, a pesar de no tener tradición. Esta situación ha provocado malestar entre los municipios de historia fallaire, que lamentan que “hay pueblos que sin ton ni son se han subido al carro de las falles y al final esta tradición tan arraigada en nuestro territorio se está banalizando”. Así lo aseguran miembros de las asociaciones fallaires de Alins e Isil, dos de los pueblos del Sobirà que han unido esfuerzos para poner en valor la esencia de esta tradición ancestral. “No somos nadie para decir qué municipios pueden hacer falles y cuáles no, pero nos preocupa que se esté desvirtuando el significado original”, aseguran los organizadores, que también lamentan que algunas de estas nuevas falles coinciden con celebraciones tradicionales.Como publicó SEGRE, Llavorsí celebrará el próximo sábado 29 de junio la primera bajada de falles de su historia, coincidiendo con las fiestas en honor a Sant Pere. Está previsto que unas 75 personas desciendan por un antiguo camino que ha sido rehabilitado recientemente. Estarán acompañados de una veintena de fallaires de Sort, municipio que recuperó esta fiesta en 2018.
«La Flama del Canigó es una tradición muy emocionante»
La Penya Pedal de Bellpuig, club ciclista fundado el 1983, se encarga de bajar la Flama del Canigó en la víspera de Sant Joan desde Puigcerdà hasta Bellpuig desde hace 32 años. A lo largo de los 180 kilómetros del recorrido la va repartiendo por diferentes municipios que así lo desean como es el caso de Coll de Nargó, Oliana (donde la recogen los vecinos de Solsona), Vilanova de l’Aguda, Ponts (Calaf), Artesa de Segre, Tàrrega, Vilagrassa, Anglesola y finalmente Bellpuig donde “la llegada es espectacular, todo el pueblo nos espera”, destaca el presidente del club, Joan Torres. Allí también la recogen vecinos de otros pueblos del Urgell y el Pla d’Urgell. Cabe destacar que el Centre Excursionista CIM de Bellpuig es el encargado de subir al Canigó para recoger la ‘flama’ renovada (lo hizo la pasada noche) y en Puigcerdà la entregan a la Penya Pedal (está previsto que lo hagan hoy domingo a las 11.30 horas) para que pueda distribuirla por los diferentes pueblos por los que pasará hasta su destino: Bellpuig (donde llegarán sobre las 20.30 horas). Este año serán unos 35 ciclistas los que irán a buscar la Flama de los que Joan Torres y Ramon Cos hace 30 y 31 años que cumplen con esta tradición. Según Torres, “esta tradición está muy arraigada en Bellpuig, es una fiesta local muy importante y participativa”.
«El día de las fallas se celebra con la familia y el pueblo juntos»
Con solo 28 años, Laura García, vecina de Vilaller, ya es toda una veterana de las falles de este municipio de la Alta Ribagorça, ya que ha sido parte de la fiesta del fuego desde que solo tenía cuatro años. “He participado desde que era pequeña, ya que hay dos recorridos. Estás un tiempo en el infantil, después puedes subir acompañado por un adulto hasta que ya subes tu solo hasta la montaña donde está el faro”, explica. Para Laura esta tradición es una oportunidad para celebrarla en familia. “Otros miembros de mi familia también han corrido falles, como mi padre, por lo que es una tradición. Por este motivo lo recuerdo desde pequeña como una celebración, un momento en el que toda la familia y todo el pueblo estamos juntos y lo disfrutamos juntos”, remarca. Para la ocasión, se preparan desde la mañana de las falles. “Te preparas durante el día, subes caminando por la montaña hasta el faro y allí cenamos todos juntos antes de correr con la falla. Es un momento muy especial”, añade. También destaca que ella siempre ha vivido una participación igualitaria en las fallas. “Recuerdo que siempre ha habido mujeres fallaires, no lo veo como algo excepcional en absoluto, porque, de hecho, es una experiencia que también he podido compartir con mis amigas”, remarca.
«El placer que sientes en las ‘falles’ no se puede describir»
Sinto Erta corrió sus primeras falles en Durro en 1967, cuando tenía dieciséis años, y en 1987 ayudó a recuperar las de El Pont de Suert. Recuerda que “dos historiadores (Antoni Pascual y Joan Casimiro) descubrieron que en El Pont había esta tradición hacía muchos años y propusieron al ayuntamiento recuperarla. Nos juntamos un equipo bastante numeroso de vecinos que teníamos experiencia corriendo falles en otros pueblos y las tiramos adelante”. Después de 52 bajadas ininterrumpidas en Durro y otras tantas en El Pont, Erta, de 73 años, corrió sus últimas falles hace cuatro años, aunque sigue estrechamente vinculado a esta fiesta milenaria que ahora inculca a sus nietos. “Es difícil expresar con palabras qué sientes cuando corres fallas. Un placer inmenso y orgullo al estar experimentando una fiesta que nuestros antepasados también vivieron hace muchísimos años”. Explica que las falles de cada municipio tienen una particularidad. “En El Pont se corren con trucs, grandes cencerros que lleva el ganado. En Durro, en cambio, rezan un Padrenuestro antes de iniciar el recorrido”. También la construcción de la propia falla es diferente en cada pueblo. En la capital de la Alta Ribagorça, “se clavan cuatro astillas de madera de pino en el extremo más grueso de un palo de avellano”. De hecho, los preparativos comienzan meses antes. “Lo mejor es cortar la lecha en otoño, así se seca durante el invierno y ya está lista para construir la falla en junio. Es un proceso muy laborioso. Ahora todo el mundo se hace la suya pero hace unos años te juntabas con un montón de encargos de amigos y conocidos”, señala Erta, mientras destaca que “tradiciones como esta son muy especiales y tenemos que conservarlas”.
Albert Batlle: «Nos vamos al Pirineo para no escuchar tantos petardos»
Este vecino de Lleida ha decidido este año pasar la verbena de Sant Joan en el Pirineo para que su perro Harry pueda estar más tranquilo. “Le asustan mucho los petardos. Siempre lo pasa muy mal porque le dan mucho miedo, y salir a la calle se convierte en un suplicio casi a cualquier hora”, explica.“Cada año nos toca cambiar los hábitos durante una semana más o menos”, dice Albert, que lamenta que el uso de los petardos se prolongue durante días antes y después de la verbena. “Por eso este año hemos decidido pasar el fin de semana en un sitio algo más aislado. Seguro que donde vamos también habrá, pero al ser en la montaña, esperamos que el ruido sea menor y podamos estar todos más tranquilos y reducir así la ansiedad que sufre Harry”.Cada año sigue las recomendaciones que hacen los veterinarios y, además de evitar paseos en las horas con más ruido, en casa intenta que el perro tenga una zona en la que se sienta seguro. “Casi siempre se esconde en una de las habitaciones que quedan más alejadas de la calle” para estar lo más lejos posible del ruido. “Durante la cena de Sant Joan le damos un calmante natural que lo relaja, aunque sigue prefiriendo estar en el sitio más resguardado”. “No tengo nada en contra de que se tiren petardos para la verbena, pero agradeceríamos” que se respeten unos horarios o “incluso algunas zonas” en las que no se pudieran tirar petardos. “Sant Joan es una fiesta muy especial, pero los perros no tienen por qué sufrirla”, agrega.
«Nos vamos al Pirineo para no escuchar tantos petardos»
Una treintena de hogueras arderán esta noche en Lleida ciudad con autorización de la Generalitat. Ocho de estas corresponden a asociaciones de vecinos o colectivos de Cappont, La Bordeta, El Secà de Sant Pere, Raimat, Sucs o Llívia.
Fiesta milenaria de origen pagano para recibir el solsticio de verano
El origen de esta celebración se vincula a rituales de origen pagano previos a la implantación del cristianismo, cuando hace miles de años se festejaba la llegada del solsticio de verano con fuego. El rito principal consistía en encender una hoguera con el propósito de dar más fuerza al sol, que iba acortando los días hasta la llegada del solsticio de invierno. En el Pirineo, esta fiesta se caracteriza por las fallas, una tradición milenaria que desde el 2015 está reconocida por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Cuando la noche más corta del año tiñe de negro el horizonte, una procesión de luciérnagas zigzaguea en el horizonte en decenas de municipios leridanos.