ESNOTICIA
La fiesta del 15 de agosto, la nochevieja de los labradores
La celebración procede de la tradición medieval que sitúa en ese día el fin de año agrícola
También acababa el pago del diezmo a la iglesia
“Nadie sabía leer ni escribir, y mucho menos tenían agendas. Se guiaban por el calendario de la Iglesia, por las fechas que marcaba esta”, explica Víctor Bayona, miembro del Cellit (Centro de Estudios Literanos) e investigador de temas históricos y tradicionales.
En ese almanaque, la festividad de la Asunción de la Virgen, el 15 de agosto, marcaba dos cambios de año claves para la mayoría de la población: el agrícola, que no dejaba de ser una asimilación de ritos paganos campestres, y el fiscal.“El calendario eclesiástico iba con el ciclo vital de los pueblos, y la fiesta del 15 de agosto tiene que ver con el fin del ciclo agrario” en todo el Estado, señala Bayona, mientras el cierre del ganadero era por Sant Miguel (29 de septiembre). ¿Y eso qué significaba? “En esa fecha finalizaban y comenzaban los acuerdos de arriendo de tierras y los de contrato de trabajadores”, anota, mientras que los de carácter ganadero y los relacionados con el servicio, en las casas, como los de mozos y criadas, tenían el cambio de ejercicio el 29 de septiembre.
“No siempre se pagaba lo que se debía pagar, siempre se intentaba esconder una parte de la cosecha”
El 15 de agosto acababan de saldarse esos acuerdos, lo que apunta a una breve etapa de liquidez en las casas, y también finalizaba el pago del diezmo a la Iglesia; es decir, que ese día se daba por salvada la parte de la cosecha que hubiera podido escamotearse a los curas.“No se pagaba todo lo que se tenía que pagar, siempre se escondía algo”, anota el investigador. De hecho, se llegaron a dar casos como los de San Esteban de Llitera, donde “en el siglo XVIII el obispo de Lleida ordenó elaborar un índice o diezmario con la relación de los campos obligados a pagar el diezmo y los que lo hacían o no”. La relación entre la liquidación del diezmo y la festividad del 15 de agosto resulta especialmente frecuente en las poblaciones que entre la edad media y mediados del siglo XIX eran vasallos de señores eclesiásticos, normalmente obispados, abadías y monasterios.“Muchos intentaban evitar el pago del diezmo, que era la décima parte de lo que se cosechaba en grano, normalmente trigo, centeno o cebada, en aceite y en vino”, explica. El diezmo, por el que señores como el obispo de Urgell se llevaban de Gabasa (Llitera) hasta 500 kilos de centeno y 80 de trigo y 980 litros de vino y 200 de aceite en un año, se depositaba en la parroquia, cuyo titular recibía, además del pago del obispo, las llamadas primicias, normalmente en forma de corderos y de lana, lino y cáñamo.“El párroco tenía la obligación de hacer el pesaje del diezmo. Lo almacenaba en una cía (galería o pozo) y el obispado pasaba a coger su parte”, añade Bayona.