LLEIDA
Un órgano caído del cielo
La Catedral Nova de Lleida inaugura el instrumento llegado de Japón en una aventura insólita. Un bello concierto de Miquel González emociona a un público que deja pequeña la nave central
Ha llegado en barco desde Tokio pasando por el canal de Suez y lo han trasportado a Lleida tres tráilers desde el puerto de Barcelona, pero el órgano de la Catedral Nova de la ciudad inaugurado anoche ha caído del cielo. Es un instrumento imponente de estética neobarroca y fabricación alemana con tres teclados manuales y un pedalero. Tiene 36 registros y 2.278 tubos, mide 9 metros, pesa 13 toneladas y tiene la capacidad de reproducir todos los sonidos musicales audibles, desde los más profundos en los graves hasta los más remotos en los agudos. Hubo que inventar un instrumento de 60 cabezas, la orquesta sinfónica, para lograr algo equivalente. El órgano inaugurado anoche cuesta dos millones de euros, pero ha sido donado por una fundación japonesa y el obispado de Lleida solo ha tenido que abonar 500.000 euros por el desmontaje, el transporte, el montaje y la armonización en una aventura insólita que merece una novela o una serie de Netflix. Lo de solo es un decir, naturalmente. El obispado ha contado con ayudas de administraciones, empresas, particulares y la Fundació Horitzons 2050, y sigue agradeciendo donaciones mediante Bizum (número 09886) o cuenta corriente (ES49 0081 0455 9900 0185 5494). Anoche, en la inauguración, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, destacó la aventura inaudita vivida a 10.500 kilómetros de distancia entre Lleida, Alemania y Japón; el alcalde, Fèlix Larrosa, agradeció al presidente de la fundación japonesa, presente en el acto, el regalo del órgano y lo hizo ¡en japonés!; y el presidente de la Diputación, Joan Talarn, puso el nuevo instrumento en el contexto de otros órganos de la demarcación como los de Solsona, el Miracle, Cervera o Vielha, entre otros. Todo ello después de que el obispo de Lleida, Salvador Giménez, bendijera un instrumento que hará “las pregarias más armónicas”. Luego hubo el primer concierto con el órgano, en el que el magnífico Miquel González emocionó con un repertorio exigente y muy bello a un público que dejó pequeño el templo. El instrumento tiene una notable riqueza tímbrica en los registros y aporta gran solidez a los acordes. El suministro continuo de viento permite sostener las notas mientras se presiona las teclas, a diferencia del clave o el piano, cuyo sonido empieza a disiparse tras presionar la tecla pese a los esfuerzos del pedal para evitarlo en el caso del piano. Esa capacidad de sostener el sonido confiere al órgano la solemnidad que tanto sedujo a Wagner, Mahler y Bruckner, que necesitaron a una docena de músicos para evocarla en fanfarrias de metales. González interpretó anoche obras de Cabanilles, Couperin el leridano de adopción Pontí, Guilmant, Mendelssohn y –por supuesto– Bach, el mejor probador de órganos de su tiempo y el mejor músicos de todos los tiempos. El organista pidió al público que no aplaudiera entre pieza y pieza, pero lo que tocó era demasiado bueno, y demasiado bien interpretado, como para que la gente no pudiera evitar aplaudir después de oír esa bestialidad de la historia de la humanidad que es la Tocata y fuga en re menor de Bach. Tampoco pudo reprimir los aplausos el público en una pregaria de Guilmant de un refinamiento conmovedor, lo cual dice mucho a favor de la pregaria, del público, del organista y del órgano, un magnífco instrumento que anoche fue bendecido en la tierra por el obispo Salvador y allá en el cielo, seguro, por ese gran Dios llamado Bach.
El templo vuelve a tener al rey de los instrumentos
Cuando hace miles de años un pastor tuvo la feliz idea de atar juntas una serie de cañas que producían notas distintas puso los cimientos de lo que sería el rey de los instrumentos. La Catedral Nova de Lleida tuvo tres órganos barrocos, pero los quemaron en la guerra. Instalaron uno de baja calidad en 1958 y duró hasta 2014. El órgano estrenado anoche tiene tres teclados manuales y un pedalero. Las hileras de afinación aguda, además de hacer sonar las octavas más altas, reproducen nítidamente armónicos superiores brillantes. Destacan los registros con suave timbre de flauta y los que producen plañideros efectos de oboe. González sacó a ese instrumento solemnidad (Mendelssohn, Bach) y delicadeza (Guilmant, Bach) en una experiencia musical total e inolvidable.