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Más de 650 casos de trastornos de conducta alimentaria al año en Lleida

Se doblan desde la pandemia y los expertos alertan de la presión estética de las redes

Mensajes de pacientes con TCA atendidos en la unidad especializada del hospital Sant Joan de Déu. - AMADO FORROLLA

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Los trastornos de conducta alimentaria se duplicaron a raíz de la pandemia en las comarcas leridanas y actualmente se atienden más de 650 al año en las unidades especializadas del Hospital Santa Maria y el Sant Joan de Déu de Lleida. Los expertos critican la presión estética y la delgadez como el ideal de belleza que se difunden en las redes sociales.

Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) experimentaron un aumento muy significativo durante la pandemia, haciendo que se dispararan los casos atendidos en los centros de referencia en las comarcas leridanas. Actualmente, en la unidad especializada del Hospital Santa Maria de Lleida se atiende más de 400 casos al año, cuando en 2019 fueron 245. Un incremento que también se da en el Hospital Sant Joan de Déu Terres de Lleida con unos 250 casos por año desde la pandemia, lo que representa un 7% de los niños y adolescentes atendidos en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ). Los profesionales destacan que entre 2022 y 2023 las atenciones se han estabilizado pero continúan en niveles superiores a los de antes de la Covid.

En el Santa Maria, el 15% de los casos atendidos son por anorexia nerviosa, el 26% por bulimia, el 13% por trastornos por atracón y el resto son otros tipos de TCA. En cuanto a las edades, el 19% de los pacientes tienen entre 17 y 20 años; el 35% entre 21 y 35, y el 46% tienen más de 36 años. Incluso hay pacientes de 60 años. En este sentido, los expertos señalan que, aunque la enfermedad suele aparecer entre los 14 y los 15 años, también puede darse el inicio en edades adultas, siendo la franja de mayor vulnerabilidad entre los 12 y los 21 años. Respecto al Sant Joan de Déu, la edad media de los casos es de 15 años, con mayor prevalencia, como pasa en el Santa Maria, de mujeres, representando el 90% de las atenciones, aunque alertan de que hay un repunte entre los hombres en los últimos años. Entre los adolescentes, señalan que el trastorno puede ser leve, moderado o grave en las chicas, pero que en los chicos ya es moderado o grave. El diagnóstico más prevalente también es la anorexia nerviosa.

“A nivel social han aumentado los factores de riesgo a los que estamos todos expuestos, estando muy presionados por el ideal estético de delgadez asociado a éxito y felicidad, valores que la grasofobia potencia”, asegura la psicóloga Gina Badia, coordinadora de la Unidad Funcional de TCA en el Santa Maria. “El aumento de horas que pasamos conectados a redes sociales donde se promueven estos valores sobre la imagen corporal y los ideales de belleza potencian la comparación insana y la insatisfacción corporal, influyendo negativamente en nuestra autoestima”, alerta. En la misma línea, la psicóloga clínica Anna Camarasa y la enfermera Maria López, ambas del CSMIJ Sant Joan de Déu, señalan que “las redes sociales son una exposición continuada a imágenes y contenido que promueven un ideal de belleza que no es realista. Como nunca se llega a este ideal, piensas que es culpa tuya y entras en un bucle de una búsqueda sin fin”.

 Las profesionales no dudan en que las redes tienen una influencia en la incidencia, en el mantenimiento y la gravedad de los TCA. Incluso porque son plataforma de foros y contenidos en los que se fomenta este tipo de trastornos. “Antes eran páginas web y ahora están en Tik Tok o Instagram. Se intenta frenar este tipo de contenidos, pero no se da a basto”. Un acceso a internet que cada vez se da a edades más tempranas, lo que rebaja la edad de poder desarrollar un TCA. Según señala Anna Figuer, de la Associació contra l’Anorèxia i la Bulímia, ya se han dado casos por debajo de los 10 años, por lo que la prevención debe comenzar desde Primaria. “En los talleres que hacemos en los colegios les damos herramientas de protección, para hacerlos más resistentes ante los cambios propios de la pubertad y que desarrollen el pensamiento crítico para que cuestionen los contenidos e imágenes que ven en las redes sociales y no los den como válidos”, explica. Además, estos talleres también sirven para hacer un diagnóstico precoz de los TCA, evitando que se cronifiquen. 

“Cuanto antes intervienes, es más fácil salir”, defiende. Las profesionales del Santa Maria y del Sant Joan de Déu recalcan que es una enfermedad grave y que las personas que la sufren no tienen conciencia de que la padecen. “Es vital contar con ayuda para poder recuperarse, pero es importante transmitir que el TCA se cura y que nunca es tarde para actuar”, remarcan.

Claves

Un problema de salud mental 
  • Los TCA son un grupo de trastornos mentales que se caracterizan por alteraciones en la forma de pensar, de sentir y de comportarse en relación con la alimentación, el peso o la figura. Hay factores sociales, genéticos, psicológicos y familiares que predisponen a esta enfermedad. Según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, se estima que en España entre el 4,1% y el 6,4% de las mujeres desarrollan cada año algún tipo de trastorno alimentario. Asimismo, según los últimos datos de la Encuesta de Salud de Catalunya, un 5% de las personas que padecen un TCA pueden morir por esta causa. 
Factores de protección 
  • Los profesionales instan a mejorar la autoestima evitando el perfeccionismo y la autoexigencia extremos y dejar de buscar la aprobación de los demás; poner límites; revisar el contenido que proponen las redes sociales, además de reducir las horas de exposición haciendo actividades en la vida real. También recomiendan aceptar la variedad de corporalidades, aprender a aceptar el propio cuerpo y a cuidarlo, así como desarrollar valores personales más allá del aspecto físico.

«Los comentarios sobre tu cuerpo hacen mucho daño»

Una adolescente de Lleida explica a este diario los pasos que ha dado en los dos últimos años tras aceptar que sufría un trastorno de conducta alimentaria. “Desde pequeña había recibido comentarios sobre mi cuerpo, sobre todo de personas adultas, y como tenía un malestar, empecé a pensar que si adelgazaba me sentiría mejor, pero no fue así”, señala. Esta joven relata que comenzó a ser más exigente consigo misma, a ponerse triste con más facilidad, hasta que finalmente se lo explicó a sus padres. “Me daba vergüenza explicarlo porque yo realmente no quería curarme al pensar que, si lo hacía, volvería a engordarme y a estar mal. Las primeras semanas en tratamiento me estresaban porque tenía que hacer cinco comidas diarias cuando normalmente hacía dos hasta que me di cuenta de que eso era lo normal. Incluso puedo decir que ahora lo disfruto”, confiesa. Sobre las causas que pueden llevar a este malestar, la joven se muestra rotunda a la hora de pedir respeto por parte de los demás. “No se tiene que opinar del cuerpo de nadie y debemos ser conscientes de que nuestros comentarios pueden hacer mucho año”, señala. 

“Yo soy consciente de que si como me veo mejor y estoy más feliz, pero también vivo momentos de contradicción porque una parte de mí me dice que no coma porque así estaré más guapa, tendré mejor cuerpo.. Pero sé que cuando como estoy de mejor humor. Y esto me lleva a pensar que si yo me veo bien, ¿por qué me tengo que preocupar de lo que peso?”, reflexiona. Esta adolescente valora positivamente el hecho de pedir ayuda y estar recibiendo tratamiento. “Al 100% no estoy, porque mi cuerpo no me gusta del todo pero empiezo a aceptarlo y a ver las partes positivas. Además, con este trastorno me he perdido mucho sobre quién y cómo soy y ahora me estoy autodescubriendo a mí misma”, asegura. 

En este sentido, valora el beneficio de las terapias de grupo. “Después de un tiempo, me doy cuenta del beneficio que tenían en mí. Porque es un momento en el que ves que no estás sola, que hay más gente que te entiende y que comprende por lo que estás pasando porque se sienten igual que tú”. Por ello, no duda en animar a las personas que sufren un trastorno de conducta alimentaria a pedir ayuda. “Hay que explicarlo, no te lo guardes”, concluye.

“Es un intento de solución a un conflicto emocional o de identidad”

Gina Badia y Cristian Hernández, de la Unidad Funcional de TCA del Hospital Santa Maria de Lleida. - AMADO FORROLLA

“El TCA es un intento de solución a un conflicto emocional, a un problema de identidad, de autoestima, a situaciones de ansiedad o estrés, incluso traumáticas o de duelo, que la persona no sabe cómo afrontar”. Así lo aseguran la psicóloga clínica Anna Camarasa y la enfermera Maria López, del Sant Joan de Déu de Lleida. En este centro se atienden los casos de niños y adolescentes. “Durante la Primera empieza a haber este malestar y al principio de la ESO es cuando debuta esta solución al entender que estando delgada conseguiré estar bien, aceptarme, tener seguridad, sensación de control y los demás me aceptarán”, explican. 

Es un momento de cambios importantes en la persona que, si existen factores previos de malestar emocional, pueden derivar en un trastorno de conducta alimentaria. “Buscan la solución en estas conductas con la alimentación y quedan atrapados”, afirma la psicóloga Gina Badia, coordinadora de la Unidad Funcional de TCA del Hospital Santa Maria de Lleida. “Cada vez hay niñas más pequeñas preocupadas por su cuerpo y esto es muy grave”, alerta, a lo que añade que “la insatisfacción se traduce con dejar de comer, hacer una actividad física compulsiva o adictiva o purgar lo que se ha comido porque buscan este ideal de belleza que es inalcazable porque es irreal”, remarcan. 

¿Cuándo se hace esta detección? Los profesionales coinciden en que pocas veces son los propios afectados los que piden ayuda, precisamente porque este trastorno lo ven como su “protección” y consideran que salir de él les hará estar peor. Por ello, es importante la implicación del entorno, siendo el colegio, los amigos y la familia los primeros que se dan cuenta de que algo pasa. “Cuando ellas notan algo te tienes que remontar a un año antes y cuando empieza a haber síntomas, unos seis meses”, según las profesionales del CSMIJ. 

“Estar delgada no es un objetivo en sí mismo, aunque ellas piensen que sí, sino que lo ven como una solución para estar mejor, al considerar que estando delgadas serán aceptadas y serán más felices”, aseguran. Una vez que llegan a las unidades, la clave es la atención multidisciplinar, con psicólogos, enfermeras, psiquiatras y nutricionistas. Además de la atención ambulatoria, hay que resaltar la efectividad de las terapias de grupo, donde se incluyen a las familias. 

La psicóloga clínica Anna Camarasa y la enfermera Maria López, del Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil del Sant Joan de Déu. - AMADO FORROLLA

También hay casos que requieren una hospitalización parcial o total. En el caso del Santa Maria, hace un año se incorporó el nutricionista Cristian Hernández, que explica que es muy importante “entender la alimentación como ese vehículo que me cuida, desde el disfrute y que forma parte de lo que es vivir”. “Todos los que vienen consultan contenidos de este tipo, de dietas o de ejercicio físico, con cuerpos ideales”, señalan desde el Sant Joan de Déu. Por ello, consideran necesario hacer campañas de prevención y sensibilización para fomentar el respeto a la diversidad corporal, con contenidos educativos y positivos en las redes sociales que promuevan la autoestima y la propia identidad. De hecho, aseguran que desde los centros educativos ya se trabaja en esta línea, sobre todo para luchar contra el acoso. 

Entre las señales de alerta para poder detectarlo, apuntan a la irritabilidad, ansiedad, depresión, restricción de alimentos, saltarse comidas y aislamiento, también las mentiras. “Se pueden obsesionar con ser las mejores en los estudios, porque el TCA se centra en la perfección física y también de rendimiento”, señalan. Sobre los efectos que tienen estos trastornos a nivel orgánico, están la falta de energía, cansancio y debilidad entre los más inmediatos, y estreñimiento y dolores estomacales y articulares de forma más prolongada. “A nivel cerebral, se acentúan la ansiedad, el miedo y la depresión”, añaden.

«La enfermedad tiene secuestrado el cerebro de mi hija»

Anna es una madre leridana cuya hija de 30 años tiene un trastorno de conducta alimentaria. Pero según explica, no es consciente de que sufre esta enfermedad. “Le tiene secuestrado el cerebro, no es consciente de nada, ella me dice que está bien y que es feliz, pero no es verdad y esta situación es desesperante porque vives una total y absoluta impotencia”, señala. Esta madre ha llamado a todas las puertas y solo en la Associació contra l’Anorèxia i la Bulímia ha encontrado ayuda. “No ha recibido nunca tratamiento porque ella no ha querido, no acepta que está enferma y, como es adulta, no puedo hacer nada”, lamenta. 
“Las familias nos sentimos desamparadas y te tienes que buscar la vida como puedes, yendo a una asociación o un psicólogo privado, pero puede ser que no todo el mundo tenga estos recursos, por lo que considero que debería existir una figura especializada en los CAP, en la Atención Primaria, que es al primer lugar al que sueles acudir, que te indique dónde ir y cómo actuar”, considera. Según Anna, las familias deben asumir que sus hijos tienen una enfermedad y además intentar comprenderla, porque no es nada fácil. “La sociedad suele asociar un TCA con una adolescente que está en los huesos, pero es mucho más, y ¿qué hacemos si no aceptan que tienen esta enfermedad?, ¿tengo que esperar a que haya un riesgo para su vida para poder hacer un ingreso involuntario?”, se pregunta esta madre. 
Al respecto, añade que “¿cómo le das la responsabilidad a una persona que realmente no está en sus plenas facultades porque la enfermedad le tiene secuestrado el cerebro?”. “Estás delante de una persona que no es tu hija, no es ella lo que te habla, es la enfermedad. Es muy duro ver a una persona a la que quieres y que se está autodestruyendo. Tú no sabes qué hacer y nadie te da herramientas para hacerlo. ¿Qué le digo? ¿Me enfrento o no me enfrento? ¿Le digo que coma? Es muy difícil”, explica. 
Una ayuda que sí que ha encontrado en la asociación, donde comparte su experiencia con otras familias que se encuentran en la misma situación. Anna tiene claro que recibir ayuda es fundamental para superar un TCA. “Tenemos que poner más recursos porque cada vez hay más casos y que estos vayan deprisa, a la par de lo que avanza la enfermedad, y que las familias se sientan apoyadas y acompañadas”, reclama.

Pensamiento crítico y retrasar el acceso a los 16, ‘armas’ ante las redes sociales

La psicòloga clínica Anna Camarasa i la infermera Maria López, del Centre de Salut Mental Infantil i Juvenil del Sant Joan de Déu. - AMADO FORROLLA

“Las redes sociales no crean los TCA pero son un factor de riesgo muy importante. A más horas de consumo, más probabilidad porque el impacto es mayor”. Así se expresa Anna Figuer, del equipo de prevención de la Associació contra l’Anorèxia i la Bulímia, que considera claves el control de contenidos y fomentar el pensamiento crítico desde pequeños para ser conscientes de la distorsión de la realidad y luchar contra la falsa idea que relaciona el físico con la felicidad. Según Figuer, “en las redes todo se magnifica. El culto al cuerpo, a la belleza, la cultura de la dieta. Una idea que hoy está extendida en esta sociedad del consumismo que nos intenta inculcar que el cuerpo es moldeable”. En este sentido, también añade que “son los propios influencers, referentes para los adolescentes, quienes dicen estos mensajes que pueden ser muy tóxicos en una plataforma en la que están expuestos las 24 horas del día a un ideal estereotipado inasumible que les provoca insatisfacción”. 

Además, recuerda que no solo hay este tipo de contenidos sino también páginas y perfiles que hacen directamente apología de los TCA, como la anorexia y la bulimia. “Desde Catalunya conseguimos en 2019 que se aprobara un decreto ley que persigue este contenido pero es muy difícil de controlar. Una vez lo notificas, a los pocos días aparecen otros”. Entonces, ¿cómo luchar contra esta influencia? Para Figuer, una de las ‘armas’ es el desarrollo del pensamiento crítico desde pequeños. “Que sean capaces de ver que solo muestran una parte de la realidad y que las imágenes están retocadas o incluso creadas con inteligencia artificial”. Otra herramienta es retrasar el acceso a las redes sociales. “Los adolescentes están en un momento en el que el cuerpo empieza a cambiar, la insatisfacción corporal es habitual y la maduración cerebral no se ha llevado a cabo. Toda influencia puede ser peligrosa por lo que recomendamos que este acceso sea a partir de los 16 años y que se haga de forma controlada y supervisada”. 

También los profesionales que atienden a personas con TCA de los hospitales Santa Maria y Sant Joan de Déu de Lleida comparten esta preocupación de la influencia que ejercen las redes sociales sobre personas que pueden tener una predisposición a desarrollar este tipo de patologías. En este sentido, denuncian la existencia de perfiles que difunden mensajes de nutrición sin la formación necesaria.

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