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Los ansiolíticos suman más de medio millón de recetas mensuales en Catalunya y el uso en mujeres duplica el de los hombres

Los médicos de familia alertan de una “falta de recursos” y piden más tiempo en consulta y más atención psicológica

El pastiller i els fulletons de la campanya impulsada al Baix Empordà per reduir l'ús de benzodiazepines.

El pastillero y los folletines de la campaña impulsada en el Baix Empordà para reducir el uso de benzodiacepinas.Marina López / ACN

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Los ansiolíticos suman más de medio millón de recetas mensuales y más de 5,5 millones de recetas entre en enero y en octubre de este año, según datos del Servicio Catalán de la Salud analizados por la ACN. En los diez primeros meses de 2024, el sistema público registró 5.577.239, un 3,2% menos que en el mismo periodo del año anterior. La tendencia es ligeramente a la baja desd 2021, cuando las farmacias dispensaron cerca de 5,9 millones. El uso de los medicamentos de la familia de Diazepam en mujeres es de 3,8 millones de recetas en los primeros diez meses del año, más del doble que en el caso de los hombres (1,8 millones). Médicos de familia consultados piden más “tiempo” para cada paciente a consulta y más recursos psicológicos a la primaria.

La médico de familia y vicesecretaria del Colegio de Médicos de Barcelona (CoMB), Sònia Miravet, constata una “falta de recursos” y de profesionales en la primaria que hace que aumente la lista de espera para conseguir una visita con un psicólogo o psiquiatra. De esta manera, también incrementa el tiempo para obtener “un recurso no farmacológico” para tratar la patología, cosa que tiende, a su vez, a más recetas de medicamentos contra la ansiedad o el insomnio. Miravet aplaude figuras recientes a la atención primaria como el referente de bienestar emocional, con intervenciones individuales o grupales para trabajar la reducción del estrés. “Si trabajamos en equipo, se hace más fácil abordar la situación”, dice, añadiendo que “es muy importante trabajar en la prevención y la promoción de hábitos saludables”.

Los ansiolíticos, es decir, los fármacos de la familia N05B, suman más de medio millón de recetas a farmacias facturadas en el CatSalut cada mes de manera sostenida, según los mismos datos. Forman a la séptima familia de medicamentos más dispensada en un ranking liderado por los analgésicos como Gelocatil y otros fármacos que contienen Paracetamol. Los agentes modificadores de los lípidos, que entre otros pueden servir para controlar los niveles de colesterol, son la segunda familia farmacológica más popular, seguida de los antidepresivos y los agentes contra la úlcera péptica y el reflujo, como Omeprazol. Los fármacos hipoglucemiantes, excluyendo las insulinas, que incluyen medicamentos para diabéticos como Ozempic –que se ha extendido para perder peso–, también están por delante de los ansiolíticos, así como los preparados para prevenir la trombosis.

El mes de octubre de este año se recetaron 573.677 unidades de ansiolíticos, unas 70 por cada 1.000 habitantes, cosa que representa un incremento de prácticamente 50.000 respecto del mes anterior. No obstante, la tendencia es ligeramente a la baja desde la covid: el año 2020, el uso de los fármacos creció un 2,4% hasta casi los 5,8 millones de unidades de enero a octubre, y el año siguiente un nuevo aumento del 2,2% dejó la cifra en el umbral de los 5,9 millones en el mismo periodo. Desde entonces, las dispensaciones de estos medicamentos han ido volviendo a niveles prepandémicos.

La médico de familia y vicesecretaria del Colegio de Médicos de Barcelona (CoMB), Sònia Miravet, cree que en los últimos años hay más prevalencia de patologías relacionadas con la salud mental ya que “no están tan estigmatizadas” y hay “más concienciación” y eso, de rebote, lleva un aumento de los ansiolíticos. No obstante, afirma que se tendrían que intentar reducir las prescripciones, y hace énfasis en la necesidad de la prevención de los problemas de salud mental y al dotar recursos para que la población pueda afrontar las situaciones difíciles sin fármacos. En este sentido, aboga por un mayor acceso a tratamientos con psicología.

Tanto ella como el también médico de familia y vocal de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), Jordi Mestres, reivindican poder dedicar más rato a los pacientes a consulta. Según él, “tener tiempo de poder explorar a la persona y preguntar” es prioritario para evitar una “sobremedicación”, forzada por el poco tiempo y por la “respuesta inmediata” que algunos usuarios esperan, en palabras de Miravet.

Uso “inadecuado” de las benzodiacepinas, al alza

Datos difundidos por la Central de Resultados del Departamento de Salud y el AQuAS a finales del mes pasado apuntaban que el uso inadecuado a la atención primaria de benzodiacepinas –las sustancias que se utilizan para este tipo de medicamentos– en pacientes con ansiedad había subido un 14% en 2023 con respecto al 2022.

Mestres explica que un caso típico de inadecuación es tomar el fármaco “más tiempo de lo que se recomendaría”, ya que generan tolerancia y dependencia, cosa que puede cronificar el uso. El médico explica que algunos pacientes pueden llevar cinco, diez o quince años tomándose la medicación y al final no los acaba de servir porque “la dosis que toman ya no les sirve. “El primero es plantear si realmente vale la pena tomarla o no, y si la tenemos que recetar, pactar muy bien los tempos”, explica, añadiendo que se tiene que garantizar que se le podrá hacer un seguimiento en el CAP. Una circunstancia que, si no es posible, tiene que hacer repensar la receta. “tenemos que estar muy seguros cuando prescribimos este fármaco”, expresa, enfatizando la importancia de tener un profesional de referencia “que siempre es lo mismo”.

Una de las indicaciones de ansiolíticos es el insomnio y, según Mestres, “es necesario dar estos medicamentos para que se pueda dormir”, pero al mismo tiempo generan dependencia. Cuando se retire el fármaco, la persona “notará que tiene el mono de la pastilla”, y tiene el riesgo de dormir peor que antes de la primera prescripción. Según él, los problemas económicos, laborales, de pareja u otros como el luto pueden llevar a cuadros de ansiedad, pero a veces hace falta “parar” y tratar de resolverlos fuera del ámbito farmacológico. “tenemos que ser capaces de intentar ayudar sin hacer más daño”, añade, en referencia a las posibles dependencias de los ansiolíticos.

La doctora Miravet también cree que la prescripción es “la respuesta rápida para poder conciliar el sueño”, pero puede llevar a “un abuso”; si el motivo del insomnio son factores como el estrés, el problema que lo causa “se tiene que resolver de base” más allá de la medicación con, por ejemplo, una buena higiene del sueño. Así, situaciones de procesos naturales de la vida como el luto podrían tratarse con “otras terapias, más psicológicas, o con otros acompañamientos,” ya que, según ella, los ansiolíticos no se tendrían que tomar más allá de las cuatro semanas. Si un paciente toma durante mucho tiempo, “no se puede retirar de golpe” el medicamento, sino que se tiene que hacer “una pauta muy progresiva”.

Las mujeres, más propensas a pedir ayuda por salud mental

Los más de 5,5 millones de prescripciones de ansiolíticos este año han sido distribuidas de manera desigual por géneros: las mujeres suman 3,75 millones, casi un 68% del total, mientras que los hombres han recibido 1,78 millones, menos de la mitad, un 32% del conjunto de la ciudadanía.

Los dos facultativos consultados por la ACN coinciden en destacar que “la mujer siempre ha tenido más tendencia a hablar y a abrirse más sobre los trastornos de salud mental”, en palabras de la doctora Miravet. La representante del CoMB cree que más consultas en los CAP llevan a más recetas, confirmando que las mujeres “no tienen tanta resistencia” a hablar de situaciones de ansiedad, estrés o de sueño. El doctor Mestres añade que “no es que estén peor”, sino que “tienen más facilidad” para pedir ayuda, mientras que “entre los hombres hay más consumo de tóxicos para refugiarse” de los problemas de salud mental. Además, cree que hay cierto “sesgo de género” por la tendencia de pensar que las patologías de las mujeres son de ansiedad o nervios cuando quizás hay otros factores.

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