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Javier Mariscal: «Esta gente de la animación somos un poco raros»

El dibujante, diseñador y cineasta de animación agradece el reconocimiento de Animac a su trayectoria artística y da detalles de su nuevo proyecto, una novela gráfica

«Esta gente de la animación somos un poco raros» - AMADO FORROLLA

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Acaba de cumplir 75 años y ha cambiado el frenesí de su querida Barcelona, adonde se trasladó a los 20 años desde su València natal, por la tranquilidad del Empordà. Javier Mariscal visitó ayer Lleida para recibir el premio de Animac a una trayectoria artística multidisciplinaria de más de medio siglo. “No es muy usual organizar festivales de dibujos animados, y tan especial como este”, agradeció el reconocimiento.

Diseñador, dibujante, cineasta, artista…, ¿cómo le gusta más que le llamen?

Dibujante quizás sea la definición más fácil. Comencé dibujando y siempre lo he estado haciendo. Y cualquier tipo de proyecto arquitectónico, de interiorismo, de diseño..., siempre parte de dibujos.

¿Un maestro del dibujo, entonces?

No, yo soy una persona que nació con muchas carencias y que, de pronto, se encontró con que sabía dibujar, que tenía una gran virtud de comunicación a través del dibujo y, en cambio, de no comunicación a través de la lectura y la escritura.

Pero que sabe hacer de todo con un lápiz o un pincel.

¡Y me pagan por divertirme con ello! Y eso que nunca acabo satisfecho con lo que dibujo. He aprendido a trabajar en equipo porque siempre me he ido dando cuenta de que no soy especialista en nada. Por ejemplo, las animaciones las hago a golpe, estiro el lenguaje, lo destrozo..., me dicen que es algo muy artístico. Soy bueno porque me lo dicen, pero yo no lo pienso.

El cine de animación puede llegar a ser obsesivo, solo en el estudio creando miles y miles de dibujos.

Ya lo creo. Cuando hace un par de años acabé Dispararon al pianista me prometí que nunca más volvería a hacer una cosa así. Tantas y tantas horas de trabajo, de ilusión y energía. ¡Fue una autoexplotación laboral! El mundo de la animación es como un pozo donde vas echando agua y más agua y, cuando crees que ya está lleno, miras y ves que aún estás a la mitad. Y si lo haces tú solo...

De hecho, también ha cambiado radicalmente de vida.

Sí, ahora vivo en la montaña. Me dedico a cuidar el huerto o corto leña en el bosque. Hago de payés, que me gusta mucho. La urbe siempre me ha gustado mucho, sobre todo si es Barcelona. Pero desde niño siempre he tenido una relación con las plantas y la naturaleza. Ahora quería vivir tranquilo junto a mi mujer, dejar el estudio de Barcelona en lo mínimo y poder hacer lo que quiera: pintar, dibujar o elaborar compostaje en el huerto con la materia orgánica. Nosotros también acabaremos siendo un buen compostaje para la tierra cuando nos muramos. Todos seremos compostaje.

Pero sigue teniendo un proyecto singular entre manos.

Sí, estoy trabajando desde hace tiempo en una novela gráfica. Dibujo las ilustraciones, escribo el guion, todo lo hago yo solo. Antes me pasaba muchos años trabajando con ochenta o cien personas en cinco o diez proyectos diferentes. En este cómic quiero hablar de la evolución de la humanidad: de dónde venimos, quiénes somos, adónde vamos... No tengo fecha de publicación, de hecho tampoco sé si cuando lo acabe habrá un editor que le interese, quizás piensen que es un rollo. La verdad es que ha habido libros buenísimos que se han pasado dos o tres años buscando a un editor, y después han sido un gran éxito. Bueno, no sé si esto ocurrirá. ¡Ya me gustaría acabar millonario y venir el año que viene a Animac montado en un gran Mercedes blanco!

Aquí en Animac se ha encontrado con escuelas de arte, diseño y animación. De jovencito, usted empezó en una en Barcelona pero lo dejó enseguida.

De mi recuerdo de las escuelas... ¡me salen granos! Pero bueno, esto es un problema mío. Yo recomiendo que cada cual haga lo que crea más conveniente. De hecho, está bien ir a escuelas, porque si te quedas en casa no haces nada. Y allí puedes encontrarte a monstruitos raros como tú. ¡Esta gente que se dedica a la animación somos un poquito raros!

¿Le cansa que le recuerden siempre como el creador del Cobi?

No, no, pero la memoria de aquellos años ya me cuesta, nací ‘estropeado’. De lo que más me acuerdo es de la cantidad de entrevistas que tuve que dar..., hasta de televisiones de la India o Japón. Pero está bien que te quieran así. Aquella época era un momento de cambiar, de arreglar. Barcelona era como aquella señorona que iba siempre por casa con una bata y zapatillas y, a partir de entonces, todo el mundo la llamó guapa. Y Cobi ayudó a explicar todo este cambio, como un relaciones públicas de los Juegos.

Animac le premia por toda su trayectoria.

A uno siempre le gusta que le den besos y recibir cariño. La verdad es que es difícil que la gente te diga que no haces nada bien. Me paran en el Pryca, me felicitan y se van..., la gente es muy educada. Pero siempre ha pensado que en mis dibujos todo es horrible, estoy demasiado cerca de ellos y advierto los fallos. Bueno, tienes que pensar que tampoco soy Julio Iglesias de joven, vestido de blanco. Yo soy bajito y no sé cantar. Pero me pagan por divertirme dibujando.

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