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DERECHOS SOCIALES

Brindis por una buena muerte

Último adiós laico mañana en el Castell de Gardeny al leridano Josep Mitjana, que falleció el pasado día 5 por eutanasia. Uno de los impulsores en Lleida de la asociación Dret a Morir Dignament

Ingeniero técnico agrícola y escritor- Josep Mitjana estudió Ingeniería Técnica Agrícola y acabó desarrollando una intensa actividad profesional desde la década de los sesenta en el ámbito de la fruticultura en Lleida. Publicó diversos libros técnicos en este terreno y se estrenó en literatura a los 70 años con Maleïda terbolina, sobre sus vivencias y recuerdos familiares en su pueblo natal, que tuvo continuidad en 2013 con Beneïda terbolina. - CONCEPCIÓ CANUT

Ingeniero técnico agrícola y escritor- Josep Mitjana estudió Ingeniería Técnica Agrícola y acabó desarrollando una intensa actividad profesional desde la década de los sesenta en el ámbito de la fruticultura en Lleida. Publicó diversos libros técnicos en este terreno y se estrenó en literatura a los 70 años con Maleïda terbolina, sobre sus vivencias y recuerdos familiares en su pueblo natal, que tuvo continuidad en 2013 con Beneïda terbolina. - CONCEPCIÓ CANUT

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“Le gustaba mucho la buena vida y, por eso, deseaba una buena muerte, la que se quiere para uno mismo, no la que quiere un médico”. Concepció Canut recuerda con esta máxima a su marido, Josep Mitjana, fallecido el pasado día 5 a los 83 años por el acto médico de la eutanasia. Ambos fueron durante muchos años impulsores y divulgadores en la provincia de Lleida de la asociación Dret a Morir Dignament (DMD), que defiende la libertad de toda persona a decidir el momento y la manera de finalizar su vida, especialmente cuando sufre un deterioro físico irreversible y un sufrimiento insoportable. “Ahora él ha muerto, pero ha acabado de sufrir”, añade con un suspiro de alivio después de un calvario de más de cinco años desde que a su marido le detectaron una leucemia, que se fue agravando con el tiempo con pluripatologías, problemas vasculares y, sobre todo, mucho dolor.

Mitjana tampoco quería un funeral religioso. Por ello, la familia ha organizado un último adiós laico, una celebración abierta, mañana viernes en el Castell dels Templers de Lleida, en Gardeny, a partir de las 16.00 h. Presidirá la sala un ‘árbol de la vida’ de madera, en cuyas ramas se irán colgando fotografías de diversos momentos de la vida de Josep Mitjana, nacido en 1941 en Biscarbó, un pueblecito a caballo entre el Alt Urgell y el Pallars Sobirà, ‘escondido’ a los pies del Port del Cantó. “Su madre no sabía ni leer ni escribir, pero valoraba mucho la cultura y, como él no era el hereu, acabó estudiando”, recuerda su viuda, originaria de otro pueblecito del Pirineo, Olp, en el Pallars Sobirà. Casualidades de la vida, acabaron conociéndose lejos de casa, en una fiesta de la castanyada en Sabadell a mediados de los años sesenta. También fue en aquella época en la que Concepció Canut asistió a una charla del filósofo Salvador Pániker sobre el derecho a morir y sintonizó con aquella idea, que contagió a su marido.

Hace más de veinte años, aprovechando la jubilación laboral, la pareja se implicó en dar a conocer en Lleida la asociación DMD con conferencias por toda la provincia y, más adelante, colaborando en diversas actividades con Trabajo Social y Enfermería de la Universitat de Lleida. Actualmente la entidad suma más de medio centenar de voluntarios, que difunden e informan sobre el documento de voluntades anticipadas y, desde su aprobación en 2021, la ley de eutanasia.

En 2023, último año con datos de Salud, seis leridanos solicitaron acogerse a la eutanasia. Mientras, 2024 registró la cifra récord de testamentos vitales, con un aumento del 50% respecto a un año antes y un total de 4.493 documentos en vigor a principios del ejercicio.

“Nos despedimos la víspera, con los hijos y nietos, con paz y serenidad”

Concepció Canut no puede evitar emocionarse al recordar la última noche de su marido. “Nos despedimos la víspera, rodeados de hijos y nietos, con paz y serenidad, reímos, lloramos... Nos dijo que él ya había hecho todo lo que tenía que hacer en el mundo”. Al día siguiente, asistieron también a la acción del equipo médico. “Unas inyecciones, apenas diez minutos, ningún suspiro de dolor..., una paz total”, añade. Mañana quieren recordarle de nuevo, también con música, con Montse Nicuesa (Krregades de romanços) al acordeón y Jordi Cebolla al trombón. Y un brindis para “desmitificar la tristeza de la muerte”.

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