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Reduflación: Subir precios sin que el consumidor se dé cuenta de ello

¿Habéis notado últimamente que los productos que compráis habitualmente pesan menos o contienen menos productos? No sufráis, o sí, porque eso está más que estudiado

Reduflació: Apujar preus sense que el consumidor se n'adoni

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La guerra en Ucrania ha generado el montón de cosas que comporta una guerra: muertos, ciudades destruidas y penuria para mucha gente. Y también aquellas cosas que parecen efectos colaterales, como el aumento del precio de los carburantes, del transporte, la energía o la falta de suministro de los productos que el país en guerra ya no elabora y que rompe una cadena de montaje que sin guerra funcionaría perfectamente. La guerra en Ucrania ha comportado una inflación histórica en España, que se prevé que se cierre este año con un 7%, la más elevada de los países desarrollados. El Índice de Precios al Consumo, IPC, se situará al 6,8%. Suben los precios de las cosas, vamos.

Y eso los consumidores lo notamos cuando hacemos una de aquellas cosas que hacemos diaria o semanalmente: llenar el cesto de la compra. ¿Lo notamos? ¿Seguro? Sí y no. Seguramente notaremos que algunos productos han subido de precio pero que otros han mantenido lo que tenían antes de tal crisis, o que lo han subido mucho menos que su competencia. ¿Es un golpe de efecto de la marca en cuestión hacia sus consumidores? No. Es, simplemente, un engaño. Y este engaño se llama reduflación.

¿Y qué es la reduflación? Pues la forma para que los consumidores paguen el aumento de costes de producción, que asuman el aumento de coste sin que se den cuenta de ello. ¿Y cómo se hace eso? Pues haciendo pagar lo mismo para menos producto. Así, cuando llegamos a casa y abrimos la bolsa de patatas que no ha subido el precio durante estos tiempos de guerra y efectos derivados, tendríamos que notar, si fuéramos conscientes de ello, que contiene cuatro patatas menos. Si comparáramos el peso neto del champú veríamos que, con el mismo formado de envase, ha pasado de 250 gramos de peso a 235 gramos. Que el envase de 30 rebanadas de pan de brioche ahora tiene, sospechosamente, 28. No se han equivocado, sino que es una estrategia perfectamente orquestada para adaptar los costes al contenido servido. Y lo hacen aquellas empresas que pueden hacer variar en gramos las hornadas de productos, por su industrialización y capacidad de movimiento y de acción.

La reduflación sirve, claro está, como una de las campañas de marketing más potente que existen, ya que los consumidores pueden valorar positivamente que las marcas no suban los precios de los productos en periodos económicamente delicados. Pero la realidad, como podemos comprobar, es ligeramente diferente.

En las redes ya hay quien ha creado listados de marcas y productos que ha variado tamaños y pesos, bajo la etiqueta de #reduflación, con la posterior denuncia a los estamentos de apoyo a los consumidores. Es, también, una oportunidad de empoderar a los usuarios de cara a su formación en economía doméstica, que con los años quizás ha ido en bajada, para volver a revisar precios por kilo, ofertas y la fiscalización consciente del comportamiento de las marcas.

En todo caso, reduflació será uno de aquellos conceptos que, aunque ya haga años que está entre nosotros, en periodos de ajustarse el cinturón afloran de nuevo. Oportunidad para aprender, de todo eso.

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