Ave, Caesar III: el mejor juego de construcción de ciudades de todo el imperio
Uno de los juegos más divertidos de simulación de ciudades, con el cual aprendimos la vida romana
No fue ni el primero ni el segundo, sino el tercero, el que nos maravilló. Era el año 1998, y de la mano de Sierra nos llegaba un juego de simulación, de construcción de ciudades, ambientado en la época romana. Era el momento de los juegos de construcción y simulación. Los primeros juegos Sims, Faraón, Emperador, SimCity o Age of Empires –del cual hablaremos un día en calma–, que aprovechaban todo el potencial de aquellos Pèntium de la época y de las evolucionadas tarjetas gráficas para ofrecernos espectáculos visuales y artísticos monumentales.
Hoy hablamos de Caesar III, en el que nuestro objetivo era gobernar una ciudad romana que antes habíamos creado partiendo de cero. Desde los primeros pobladores, que llegaban con una caravana y se instalaban en una tienda, al progreso con la llegada de vías de comunicación, acueductos con agua, fuentes públicas, mercados, industria y artesanía, calles asfaltadas, foros y templos; que convertían las tiendas en casas nuevas, viviendas con jardines donde los ricos patricios vivían y disfrutaban de una vida más contemplativa que iba del Senado al circo romano.
Cuanto más progreso, más gente vendría a vivir a la ciudad, más impuestos dejarían en las arcas municipales y más cerca estaba de construirse el gran Coloseo. Tanto es el nivel de detalle de Caesar III que, para poder construirlo, antes hacía falta, obviamente, construir escuelas de actores y de gladiadores. Eso que parece obvio nos dice que para hacer este juego hubo muchas mentes pensantes.
Mientras crecía la ciudad se requería efectivos de bomberos para apagar los numerosos incendios, arquitectos para enmendar los hundimientos, comerciantes para hacer crecer la economía, y un reducido conjunto militar para repeler los ataques de las poblaciones fronterizas. Poblaciones, ciudades estado, que podían ser amigas o enemigas, dependiendo siempre del trato comercial que se hubiera firmado, o de los regalos que le hacía nuestra ciudad.
En definitiva, un juego que tenía un componente adictivo muy elevado, y con una dificultad que aumentaba al mismo ritmo que lo hacía la curva de aprendizaje del jugador. Un equilibrio perfecto, un diez en jugabilidad. Un diez en difusión de la cultura romana, de sus Dioses y de sus tentáculos territoriales, ya que podíamos construir en todos y cada uno de sus territorios, y también conocer a los enemigos de la zona, desde los egipcios a los etruscos, los galos o los cartagineses.
Cuando salió, Caesar III consiguió buenas críticas, pero ha sido con los años que ha adquirido una pátina de juego de época, de clásico, de juego para pasar una tarde y volver a sentir y revivir sensaciones de años atrás.
Como suele pasar, la desarrolladora quiso estirar el chiclé con Caesar IV, casi ocho años después. El resultado fue tanto malo que significó el final de lo que, poco después, supimos que se convertiría en una franquicia mítica.