La Generación Z sólo quiere iPhones
No es la marca que más teléfonos móviles vende -Samsung la superó hace poco–, pero eso poco importa a toda una generación, la llamada generación Z, la centenial, que sólo quiere iPhones.
Generación Z. La generación de las marcas. La generación de la imagen. La generación de exponerse y apostarlo todo a las redes. De la moda de enseñar el drop en Instagram, de cabo a rabo. Que si unas zapatillas blancas de esta marca, unos pantalones básicos de esta otra, una camisa de calaveras de esta otra, un reloj con estas prestaciones y, eso sí, un móvil iPhone. Lo que es moda es moda. Y en este caso, y hablando de tecnología, la moda es el iPhone.
Y la moda se puede convertir rápidamente en presión social. Porque una marca es, en el a menudo absurdo imaginario de los jóvenes y adolescentes, un símbolo de prestigio y estatus ante los demás iguales. Tiene más prestigio y es más cool tener un iPhone que un Oppo, aunque las prestaciones sean prácticamente idénticas, si no superiores, las del móvil chino a las del iPhone (que también es chino). De hecho, y eso ya es vivencial, la mayoría de los compañeros más jóvenes que me acompañan en el día a día tienen un iPhone. Ante la pregunta de conocimiento de la marca Oppo, silencio. No existe a su imaginario. Sólo Apple. Ni características de los dispositivos, ni capacidades, ni ópticas y lentes de la cámara. Sólo importa la marca.
Una marca asociada al lujo y a la exclusividad
El cierto es que los de Cupertino han cultivado una imagen de lujo y exclusividad en torno a sus productos. Tener un iPhone es sofisticado y de nivel –seguramente más de los que llevan un Xiaomi-. Una aproximación temprana a la exclusividad que es a partir de mil y pico euros, que tienen que desembolsar padres, o el sueldo de la primera nómina y media entera de los jóvenes. Poseer un iPhone tiene más significado de lo que parece, al menos para todo un público en emergente formación de la vida. En las redes sociales, escaparate sin filtros llenos de trampas y espejo sin fin, los que más triunfan muestran sus vehículos de alta gama, las mansiones con piscina, la ropa de lujo y siempre va acompañado de un iPhone en la mano. Símbolo y estatus. Es un pez que se muerde la cola de una marca que, hay que decirlo, es una excelente herramienta, tanto personal como laboralmente. Como también lo es cualquier móvil Android de gama media.
Estudios que explican el dominio en toda una generación
Hoy, y según datos de la misma compañía, la generación Z representa al 34% de los propietarios de un iPhone en los Estados Unidos. Pero un estudio reciente de Piper Sandler de encuestas a jóvenes constataba hacía poco que en el mismo país el 87% asegura tener un iPhone, y el 88% asegura que será su próximo teléfono. De una forma similar pasa a Europa y a España, donde iPhone es la marca más presente entre los jóvenes de menos de 25 años, mientras que la presencia baja según aumenta la edad. Se asegura Apple la presencia durante décadas en los grupos sociales más jóvenes, que son los que interesan. Todo eso con algunas trampas que ha denunciado la competencia, como el programa de mensajería iMessage, que amplifica la presión contra los que no tienen iPhone diferenciándolos con colores diferentes.
Presión de grupo
Una de las decisiones de compra más importantes las definen los círculos sociales, sobre todo en esta generación de jóvenes. Tener un iPhone puede significar cumplir algunos de los requisitos para ser aceptado. Hay incluso a quien asegura que no tener iPhone se puede considerar un motivo de ruptura con su pareja. O de no aceptar una cita. En una cita, poner un iPhone encima de la mesa puede parecer un nuevo tengo tierras. Los que no lo tienen pueden sentirse excluidos o marginados, hecho que puede generar una fuerte presión para tenerlo y, finalmente, afectar a la autoestima. Y eso puede ser especialmente dramático en los jóvenes y adolescentes, más sensibles a las opiniones de los otros, expuestos y, en cierta manera, supervivientes de su generación.
Rebelarse contra las normas sociales
No todo el mundo cae en estas conductas, ligadas al consumismo. A pesar de todo lo expuesto, y sabiendo que hay alternativas más asequibles con rendimientos iguales o superiores, hay jóvenes que hacen un ejercicio de rebeldía contra estas normas establecidas, cosa que requiere y cosa demuestra una fuerte autoestima y una actitud de independencia personal hacia el mundo que nos quiere pequeños e iguales a base de exprimirnos la actitud crítica. Todo eso cuesta y es un esfuerzo, sobre todo en estas edades formativas. Equivaldría eso a las tribus urbanas, sobre todo vinculadas a la música y la vestimenta propia, que han ido desapareciendo del paisaje urbano de nuestros pueblos y ciudades.
Deberes por casa
Tenemos deberes. La presión social es fuerte. La cultura de la imagen, del consumo y de exponerse, que hoy suele pasar por delante del conocimiento y la cultura, aprieta con fuerza. Hace falta remarcar, sobre todo, que la valía personal y profesional no tiene nada que ver con todo lo que se ha hablado en este artículo, y que todavía menos tiene que ver con tener un producto o que este sea de una marca u otra.
Promover la diversidad en lugar de la conformidad a unas normas sociales dominantes puede ayudar a rebajar este nivel de presión, y a fomentar una mayor aceptación en todas sus formas. Y hace falta dejar claro y hacer entender, sobre todo a nuestros jóvenes, que la riqueza recae en la autenticidad y la aceptación de uno mismo, se tenga o no un iPhone.