No es país para viejos

La generación del 2000 llega a la mayoría de edad. Son jóvenes que se han criado con internet y no han conocido más teléfonos móviles que los ‘smartphones’. Acciones tan cotidianas hace poco más de veinte años como poner un disco son todo un reto para ellos. Los expertos dicen que las tecnologías han acelerado la brecha generacional.

Los cambios forman parte inherente del progreso. Los coches hicieron desaparecer los carruajes, del mismo modo que el teléfono acercó a personas que vivían lejos y la píldora anticonceptiva hizo posible la llamada revolución sexual de los años sesenta y setenta. Pero, ¿qué ocurre cuando estos cambios se suceden con tanta rapidez que los jóvenes de hoy ya no reconocen el mundo de hace tan solo veinte años? Internet está lleno de vídeos virales en los que se ven millennials (los nacidos entre los ochenta y el 2004) que tienen serios problemas para usar un modelo de teléfono antiguo o poner un disco. No son montajes. Hemos hecho la prueba en un centro de secundaria de Lleida (cliquea para ver el experimento) con alumnos nacidos en 2000. Francesc Núñez, experto en sociología de las emociones de la UOC, reconoce que las nuevas tecnologías han acelerado “los ritmos sociales”. En las “sociedades líquidas”, como las denominó Zygmunt Bauman, los cambios se producen “más de prisa de lo que podemos asumir” y eso crea “inseguridades” porque se rompen los marcos de referencia. “La identidad crea raíces, por eso tiene tanto éxito todo lo retro”. Núñez advierte que todavía se desconoce el impacto social que tendrá este fenómeno. “Uno de los dramas de los desplazados es quedarse sin un espacio de familiaridad”, subraya. En la sociedad actual, se pierden estos espacios incluso sin moverse de casa. A la vez, desaparecen objetos físicos como las fotografías pero, “paradójicamente, en su versión no física son más perdurables”, lo que lleva a este experto a abrir el debate sobre la identidad digital. “Dejamos un rastro en la red que nos sobrevive. Todo lo que hacemos y decimos es como un tatuaje digital”. Los mayores de 50 años tienen que hacer un sobreesfuerzo para no quedarse descolgados.

El historiador Sisco Farràs, creador de las Botigues Museu de Salàs de Pallars, una lección acelerada del siglo XX a través de la publicidad, los oficios y los comercios, asegura que los objetos “tienen memoria” y pueden explicar los grandes cambios de la historia reciente de forma muy directa y sencilla. A su modo de ver, “la era digital ha dado mucha fuerza a los objetos”. Puede que los jóvenes ya no sepan utilizarlos, pero es en esos elementos cotidianos donde se afianzan “las anillas intergeneracionales” y se descubre que, hasta cierto punto, el mundo tampoco ha cambiado tanto. Simplemente, ha evolucionado. Eso sí, a un ritmo frenético desde la Revolución Industrial, cuando se rompieron las barreras espacio/tiempo, que se ha acelarado más aún en la era 2.0.

Las cabinas se han convertido en una reliquia que escasea Las cabinas de teléfono se han convertido en una reliquia. Fueron imprescindibles hasta que los móviles las hicieron caer en desuso. La mítica película de Antonio Mercero La Cabina (1972), que protagonizó José Luis López Vázquez, sería más difícil de rodar hoy: en las comarcas de Lleida solo quedan 150 cabinas, una tercera parte en la capital. La normativa del ministerio de Industria exige, al menos, un teléfono público de pago en municipios de más de 1.000 habitantes.